domingo, 23 de diciembre de 2012

LA NUBE





La mañana está tranquila, a punto de salir el sol, estoy contemplando las nubes de un gris claro, apenas se mueven, y yo dando vueltas a la cabeza pensando en qué escribir. Mis ojos de repente se fijan en una que se asemejaba mucho a un bebé recostado, con una cabeza un tanto cuadrada; fue cambiando y ahora su cabeza parecía un poco más redondeada, y le salía como un mechón rebelde en el cogote y como un poco de flequillo abombado. De verdad que era un perfil con su nariz, su boca, su pecho abultado, la nube seguía alargándose y le salía como un nudo que se semejaba a las rodillas y luego acababa dando la impresión de tener las puntas de los piececitos para arriba, la nube se alargaba por debajo y podías pensar en un suave colchón. ¡Imaginación al poder!. Desde pequeña, me ha gustado, a veces, observar las figuras tan increíbles que hacen las nubes, con sus metamorfosis y coloridos.



La nube se fue deshaciendo; al poco rato volví a mirar, estaba ya a punto de salir el sol y la claridad era muy fuerte y lo que volví a ver si que era de no creer. Otra nube me miraba, con dos agujero por donde se colaba la fuerte luz, con una nube gris oscuro a modo de sonrisa y un óvalo perfecto de barbilla y papos. ¡Otra cara de bebé! ¡Alucinante!



Por lo increíble que me pareció es por lo que lo estoy escribiendo y poder dejar constancia de tan grato momento que pasé.





                                                                              
Mª Eulalia Delgado González ©                    
 Diciembre 2012

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