jueves, 30 de agosto de 2012

MI TERMÓMETRO DE LA VEJEZ.


Es un termómetro de mínimos. Pero es un buen termómetro. Llevo años comprobando su precisión, y os puedo asegurar que es infalible.


A Cabezón de la Sal voy con cierta periodicidad, pero siempre a cosas concretas que soluciono, y sobre la marcha me doy la vuelta. Solo de tarde en tarde, como hoy, paseo sus calles.


Y hoy fue la primera mañana del mes de agosto que el día amaneció gris. Gris y húmeda ha sido la mañana, y esa coincidencia acentuó la precisión de mi termómetro. Y si no acentuó la precisión, al menos predispuso mi ánimo para observarlo con más atención.


Por que hasta hoy, los días de agosto fueron todos alegres y soleados. La playa de San Vicente siempre hermosa, siempre inmensa, resplandeció todo el mes con los mil colores de la cantidad infinita de bikinis, con el oro de su arena, el azul limpio de sus aguas, y los verdes de su entorno…

Pero hoy a la playa le costó desperezarse, y no logró desprenderse del manto gris con que la cubrió la noche pasada. Fue la primera mañana de agosto que las olas apenas encontraron cuerpos que acariciar. Solo unos pocos; los fijos, los de siempre, los fieles de todo el año…


Por eso, por lo gris del día, hoy fue mi mujer a Cabezón de la Sal para hacer unas gestiones personales, y mientras las hacia yo pateé las calles de mi termómetro, y le encontré bajo mínimos.


En mi adolescencia viví unos cuantos de años en Cabezón, y fui condiscípulo de los muchachos de media Villa. Siempre que volví encontré amigos con quien tomar una cerveza mientras comentábamos los tiempos en que aprendíamos contabilidad y taquigrafía, o simplemente conocidos a quien saludar.


Con el tiempo empecé a sentir la falta de los amigos. Hasta Cabezón me desplacé más de una vez a despedir a alguno de ellos cuando por la prensa diaria me enteraba de su marcha.


Más tarde observé caras nuevas que me eran indiferentes, y entre esas caras se fueron perdiendo los apretones de manos y las palmadas de espaldas.


De tiempo en tiempo me llevaba una sorpresa cuando por casualidad en una cara plagada de arrugas y de ojos hundidos sin brillo, descubría los rasgos conocidos de alguien a quien de joven copié en el colegio la solución de algún problema de matemáticas… Me daba a conocer y nos íbamos a tomar juntos un café cortado al Politena porque era uno de los pocos bares que quedaban, si no de la adolescencia, sí de nuestra juventud.


Hoy el termómetro de mi vejez estuvo bajo cero. Ni una sola persona de cuantas se sientan en los bancos de la que, al menos antes, se llamó la Plaza de los Caídos, me era conocida. En esos bancos se sientan solo quienes a duras penas arrastran el peso de su cuerpo con unas piernas sin fuerzas, y se engañan así mismos diciéndose unos a otros que se sientan por conversar, cuando la realidad es que conversan para olvidar que no pueden con el peso de los años…


Anduve las calles más céntricas comprobando que eran otras moscas las que hoy volaban, que eran otros vientos los que refrescaban mi cara… Que ni los almacenes de Otilio, ni los de Victoriano o Rubín. Ni las fruterías de Carola o de Jesusa. Ni la imprenta aquella de la esquina donde compré mis primeros libros…


Me sentí como habitante de otra galaxia en el pueblo que me formó para mirar con decisión y confianza la vida que entonces empezaba para mí, y cuando noté que la nostalgia pretendía instalarse en mi cerebro le di un puntapié en el culo.


Me regresé a mi San Vicente de ahora, a mis amigos de paseos y terrazas, mis amigos de lecturas y escritura, al murmullo en los soportales, al graznar de las gaviotas, y al olor de las mareas…. Que a mi termómetro de la vejez le den por donde Caperucita llevaba el cesto, y ¡a vivir, que son dos días!


Jesús González ©

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué bonito escrito de esperanza!
Cabezón es un lugar a descubrir con nuevos comercios, gentes desconocidas y con otra imprenta...
¿Conoces los calabozos de antaño?, creo que hacen visita guiada y cuentan la historia que los envuelve...
¡Cuántas cosas a visitar en ese entorno!
Abrazo fermosura. Lines