sábado, 14 de abril de 2012

REFUGIO.


Me gustaría refugiarme en esos abrazos que me envías a través de las ondas pero, en los reales, quizá en un ligero movimiento impulsado por la leve brisa o por una canción apenas audible...

Es un rincón semioscuro, en una sala desierta o en un bosque, en un mundo perdido dentro de las propias fantasías, en un sinfin de nudos que amarrasen la felicidad entre las llamas de una chimenea que alumbrase ese necesitado consuelo, entre el olor a vela apagada y a incienso encendido, ante el sonido del viento que lleva las ramas de los árboles en una danza cansina e insaciable, rutina comprensiva de una letanía de versos incesantes y sordos que fluyen de las cabezas, que surgen en la caricia de un cariño perpetuo y sencillo, en un mimo de infantes, de adolescentes, de amigos o en el recuerdo de los amantes, aquellos que cada cual vivió, que cada cual añoró, que cada cual soñó u olvidó.

Sí, un abrazo inmenso donde se pierdan las melancolías de una vez para siempre, donde la realidad se hiciera dueña de un sueño enamorado y saciara en un momento tanta espera, tanto daño, tanto espejismo, tanto... Pero, solamente puedo yo resolver esta gran fatiga y descansar un instante en tus hombros, todo el tiempo que necesite.

Estoy tan cansada que mis músculos de desgajan y mi mente se hunde en la almohada de tu pecho en un profundo y necesitado silencio... Un cansancio que no sé de donde vino y que se irá...

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
14-IV-2012

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