lunes, 9 de enero de 2012

RECUERDOS AJADOS (I)



(De la luz.)

Ajados y deshilachados por el tiempo… Escúchame amigo. Deben de ser los años que amontono uno sobre otro, quienes me hacen evocar la infancia perdida y casi olvidada en el tortuoso caminar de una vida prolongada.

Se perfectamente que el tiempo ido, jamás retorna. Supongo también que a pocos, por no decir que a nadie, puede interesarle estos recuerdos, y sin embargo siento gana, y hasta placer en transcribirlos aquí, siempre con la esperanza de que una persona aburrida mate su tiempo leyendo lo que, matando yo el mío, le voy a narrar:

Aún no había llegado la luz eléctrica a Caviedes. Bajo la inmensa campana encargada de recoger los humos de la cocina, alumbraba el llar donde se cocinaba, un candil de petróleo. Era el único lugar de la casa alumbrado por petróleo, supongo que por dos razones importantes: Era el lugar donde más tiempo permanecía encendida una luz, y el petróleo la energía más barata. La otra razón era la negra suciedad de su humo agarrándose a las paredes, y bajo la mencionada campana poco importaba, porque allí, sobre el llar donde se encendía la lumbre de leña, todo era negro.

Al resto de la cocina le alumbraba un candil de carburo. Olvidé si tenía un nombre distinto, aunque supongo que sí. Solíamos llamarle “carburo”, como la sustancia sólida que reaccionando al contacto de las gotas de agua, producía un gas que encendido en la boquilla de salida nos proporcionaba una intensa luz azulada.

Para irnos a la cama, lo más normal era una vela encendida sobre la palmatoria. Nos bastaba y hasta sobraba luz para encontrar el orinal bajo la cama, para acomodarnos encogidos en el hoyo que solíamos practicar en el centro del jergón de hojas de panoja, y hasta para, si no hacía demasiado frío, entretenernos un rato haciendo con las manos sombras chinescas que se reflejaban sobre la pared encalada. Después, ya sabes: el “Jesusito de mi vida” o “Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la Virgen María y el Espíritu Santo”. Como si Dios y el Espíritu Santo no fueran la misma cosa. ¡Que infantiles los creadores de oraciones de aquella época!

Otra cosa era la luz en cuadras, pajares y cubiles. Toda precaución era poca a la hora de evitar incendios, porque la mecha estaba presente en todas partes: Rozo seco para mullir las vacas. Hierba seca que cenaban para que rumiaran pausadas durante horas. Telarañas a montones por esquinas y rincones, y yerbajos y “mastrantos” colgando entre las varas trenzadas de avellano con que se había fabricado el “zarzo”, la techumbre que separaba de la cuadra el pajar de arriba. Todo esto era la razón por la que siempre se iluminó con un farol de mecha y aceite. Cuatro cristales sostenidos en una armazón de hojalata, aislaban la débil llama…

Tan débil era la luz del farol, que siempre fueron imprescindibles las albarcas para no meter los pies entre las blandas “moñigas” (en mi pueblo se cambia la “b” por la “m”,) o en los charcos y charcos de orina, que siempre pareció como si aquellas vacas de razas suiza y mixtas con tudancas esperaban la hora del ordeño para abrir los grifos de sus enormes vejigas…

Continuará.

Jesús González González ©
Enero 2012

No hay comentarios: