martes, 6 de septiembre de 2011

CONCURSO DE PINTURA RÁPIDA


Amaneció un día gris que amenazaba lluvia sin embargo, se recogió en las esponjosas nubes.

A ras de suelo, los colores convertían la parte central de la Villa en un paseo multicolor, con aromas a pinturas, disolventes, resinas y otros productos químicos para imprimar, allí donde cada artista intentaría dejar plasmado por medio de los pinceles, lo que vieron.

Los concursantes comenzaron a distribuirse a las diez de la mañana, una vez recogido el plano del itinerario por las zonas, del parque a la Cabaña, varadero, pantalanes y el paseo a la ría de San Andrés, la calles padre Ángel y Mercado, las plazas José Antonio y el Cantón y bajo los soportales; aparecían por todos lados, salpicadas por los colores y mezclas de las paletas multiformes, con las telas apoyadas en más de la treintena de caballetes; los pintores sostenían en sus manos un abanico de pinceles que alternaban a demanda.

La mayoría de ellos se presentan habitualmente a este tipo de concursos, eso les facilita concentrarse entre el bullicio de la población y la premura de tiempo. Las cinco de la tarde sería la conclusión del horario y trasladarían las pinturas hasta el Auditorio, donde serían valorados por el jurado.

Los cuadros premiados quedarán colgados, como es habitual, de las paredes del Ayuntamiento.

El del mejor pintor local recayó en un joven tenaz; año tras año, intenta arañar experiencia además de proseguir sus clases de pintura. Trabajó hoy con pintura acrílica y en la mañana tenía pintada la zona de las viviendas centenarias de La Cabaña, el paseo y el comienzo de la bajamar. No estaba muy conforme con los edificios y a medio día, borró todo y recomenzó el cuadro en el momento en que la marea dejó al descubierto barros y arenales donde se apoyaban en seco, las barcas de rechonchas barrigas. El resultado de la pintura fue un conjunto de colores ocres, sumados a la luz mortecina del día y el mate; reflejó perfectamente lo umbrío del ambiente.

Fue la tónica general en los cuadros, todos expresaron esa jornada de ambiente entristecido, en las diferentes técnicas y estilos.

Llamaron poderosamente la atención las acuarelas; la claridad del fondo y el colorido las diferenciaba. Una de ellas consiguió el 2º puesto. Era una vista de la bocana entre el muro y la barra, el cielo y el agua del mar; casi un fotograma en el tiempo y lugar adecuado, sobre un blanco papel y los colores diluidos que conseguían llamar la atención debido a su brillantez, a pesar del día, poco más o menos que londinense; la luz que desprendía producía la sensación de relajación.

El tercer premiado era una lograda y original pintura sobre papel de diversos tipos, absorbentes, periódicos, etc.; según el autor, él mismo trabaja y transforma las bases sobre las que pinta. Era una imagen difuminada, aún más oscurecida que la jornada medio invernal; gamas veladas con estilizadas y rectas pinceladas remarcadas sobre la bajamar; acrecentaban el escalofrío de una temperatura en descenso, sumándose el colorido que conseguía hacer más apático el día, lo contrario que sugirió la acuarela, pero que atraía las miradas de todos. Las imágenes eran difusas pero, se reconocían lugares y vegetaciones, la extensión de la ría y la amplitud del horizonte. Original imagen de un otoño adelantado e invernal.

El mejor de los cuadros, al saber del jurado y con el acuerdo de los espectadores, fue una tela al óleo; el escenario era la intersección de los soportales y las escalerillas. En primer término una columna llena de luz que era vanguardia de un amarillo buzón de correos, cobijados por los nacientes soportales. Estaban custodiados por una fila de coches aparcados en batería de colores plomizos y con los ligeros visos de anodinos rayos de sol. Los comercios asomaban sus cristaleras a la acera y en la perspectiva de lejanía, la maciza y antigua fonda; ponía frontera y límite al cuadro.

Abundó el estilo realista y más de la mitad de las obras eran marinas.

Toda esta preparación comenzó a las ocho de la mañana, en el local trasero de la oficina de Turismo. Allí, se entregaron los planos para distribuirse los pintores, hicieron el listado de los concursantes, notificaron las normas y bases, horarios, números, etc. Tan solo dos manos y la policía municipal, derivaron las instrucciones llegadas desde el Ayuntamiento y el técnico de cultura; facilitando el buen desarrollo de un día sin altercados.

Hoy fue el día en que la pintura se adueño de San Vicente de la Barquera, llenó de colores una jornada melancólica y fresca, un museo al aire libre en estilos y técnicas variadas.

Ángeles S. Gandarillas ©
4-IX-2011

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