miércoles, 10 de agosto de 2011

359 PÁGINAS


Así, de sopetón me largó el libro María. Es obligatorio leerle para los miembros del Club de Lectura. No se si perderé la virginidad de mi vista, porque le abrí, y solo alcancé a ver letras microscópicas. ¡Trescientas cincuenta y nueve páginas en letra menuda y apretada como los granos de la arena de la playa de Merón.

Pues no. No señor. No uso gafas para leer. No las necesito. La vista es lo único que conservo como antaño. Hay veces que hasta veo más de lo que quiero. Pero de mi organismo, ya no conservo más cosas en las condiciones de antes. Todo se va degradando, como diluyéndose en el paso de los años… Pero ya digo: la vista, lo único. ¡Si supierais lo que me costó hoy subir a la biblioteca! Cada paso cuesta arriba es un trabajo. A cada uno que das, hay que hacer un gran impulso para conseguir que el cuerpo suba. Esto lo aprendí ahora; hace muy poco tiempo. Cuatro días atrás como quien dice, subía y bajaba sin darme cuenta. Pero mira, si con los años no puedes andar, al menos aprendes a filosofar sobre ello. Si yo os contara todas las cosas que los años no me dejan hacer, no me ibais a creer, así que es mejor que me calle. O seguir hablando para daros “algún que otro” consejo sobre las cosas que se aprenden a medida que van cayendo las hojas del almanaque. Que caen como los copos de nieve en interno: lentas, calladas… pero sin pausa. Te pintan de blanco el pelo como los mismísimos Picos de Europa, y en silencio te despojan de todo, del propio pelo, de energía, de vitalidad… Hasta ahora solo voy salvando eso, la vista y los ánimos, que no es poco.

Oye, que vuelvo a mirar el coño libro, y hasta escalofríos me dan. Yo entiendo que en su primera edición allá por los años cincuenta, los editores trataran de ahorrar tinta y papel, y apretujaran las letras hasta hacer un “comprimido literario”, porque en aquellos años se andaba escaso de todo, ¡hasta de papel! Pero en julio del noventa y ocho que se hizo esta edición, por favor, señores, háganselo agradable al lector con letra esbelta y doble espacio en cada punto y aparte. No sean ustedes miserables.

Iba a decir que con letra tan menuda temo quedarme “pistañoso”, que se decía en mi pueblo hace años. Pero la Real Academia de la Lengua no contempla la palabra. Para quien lo ignore, “pistañoso” es en mi pueblo quedarse con los ojos reducidos de tanto encogerlos para fijar la vista; y a la vez, se tornan blandos, con ribetes sonrosados como los perros sabuesos. y llorosos. Con esa especie de lagrimilla que se seca en las pestañas para criar costra amarilla… ¿A que ahora sabéis lo que quiero decir…? Pues bueno, espero que esto no suceda.

Empezaré esta noche a leer: “Nosotros, los Rivero” de Dolores Medio. Le empezaré con desgana, lo digo como lo siento. Solo me anima el motivo: María tiene en proyecto hacer este otoño una “Ruta Literaria” por la ciudad de Oviedo, y eso me gusta. Y para que no vayamos a ciegas, nos manda leer este libro que se desarrolla allí, y según leo en la contraportada describe muy bien los rincones de la ciudad.

Leí ya el primer capítulo. Bueno, no voy a decir que “me enganchó”, porque es muy pronto para eso. De todas formas, vete tu a saber si “engancha”. Pero al menos esta señorina, la autora quiero decir, describe con soltura las cosas, no hace compactas las ideas… ¡Si no fuera por la coño “menudez” de las letras…!

Pues no. No necesito gafas. No me quejo porque no las pueda leer, me quejo porque son diminutas, son una mierda de letras. Y si no estáis de acuerdo conmigo supongo será por llevarme la contraria…Pero las letras son… ¡piojosas!

Jesús González González ©

3 comentarios:

María dijo...

¡Cuánta obligación pone María desde allá arriba!! ¡Hasta en verano!!
Todo sea por unas ricas fabes en Oviedo en otoño.
María (biblioteca)

Anónimo dijo...

Dime, si hacen el libro con letra grande, con espacios y más ancho, ¿me quieres explicar como le llevaríamos a casa?,¿con una carretilla?, porque... mira que tiene letras ¿eh? Jajajaja, imagina como le tendríamos que leer, seguramente, con un atril de los de antes. Sonrío.
Ya me contarás si te gusta algo el librín.
María, ¿fabes con vino tinto...? Lines

Anónimo dijo...

Jesús, lo costoso de hacer determinadas cosas, sirve para disfrutar cuando se pasan, y se pasan.
Sí que imagino esa sensación porque la viví, primero por artritis generalizada y después añadí una lesión, no pudiendo caminar más allá de diez metros, con dolores de rabia, arrastrando mis piernas trabadas y auyudándome con las manos.
He pasado mi vida dejando de hacer mil cosas, bien por ser prohibidas, convenientes o por si acaso; así llevo más de... unas cinco décadas. Hubo épocas en que pasé un año entero hospitalizado, y tan cercano a la falta de vida, que notificaron a mi familia la inminencia del suceso luctuoso, pero me dio la gana de regresar para conoceros a vosotros y vuestras letras aunque perdiera en ello parte de mis recuerdos.
La vida es bella, es lo mejor y superar cada escalón y desnivel, esos que te cuesta subir, es un triunfo para mí; incluso, ahora que camino hacia mi décimo séptima intervención quirúrgica...
Ya sé que no te consuela, pero a mi me ha servido para desahogar con un amigo... ¡Salud!