Las clausuras de los alumnos y sus ciclos escolares suelen ser actos formales, pues es el culmen del esfuerzo de años. He de decir que el de hoy, fue algo distinto de lo habitual, tuvo dinamismo y divertimento.
El fondo del escenario en negro y se aprovechó para resaltar en brillante color plata, unas hermosas hojas, el anagrama del centro y su nombre. Estaba a la vista una mesa donde reposaban los birretes con borla, las bandas amarillas y rojas, los diplomas; y las fotos a modo de orla que enmarcó el AMPA, todo ello para la conmemoración de esta graduación y el futuro recuerdo cuando sean adultos. Al fondo, un sillón antiguo, recién restaurado, de cuero y madera esculpida, daba la sensación de formalidad. En el suelo unas maletas, quizá representaran el viaje a otros cursos o centros de estudio, del cambio de la adolescencia o del constante avanzar de esta vida.
Los dos locutores anunciaron el programa, las graduaciones, la obra de teatro y un final sorpresa. Seguidamente comenzó el acto de graduación del ciclo infantil, dará paso al curso de primaria. Iban subiendo por orden alfabético, de uno en uno, vestidos con el uniforme escolar, excepto un alumno caluroso en mangas de camisa, seriecitos, formales, recibidos por sus profesores; les imponían el birrete y banda, entregándoles su diploma, eran provocados a hablar. Pocos lo hicieron, posiblemente acobardados por el micrófono, los más chicos, otros respondieron con un escueto SÍ o un No, a todas las preguntas.
Quedaron frente al público las once criaturas, tres chicas, mostrando sus credenciales.
Tocó el turno a los graduados de Primaria, ahora tenían vía libre para llegar al instituto, una nueva etapa al crecimiento, a la responsabilidad y experimentación, a los recuerdos de la vivencia en este ciclo escolar. Esto fue dicho con emoción por la directora del centro educativo, era la lectura de despedida a estos muchachos, donde esta vez eran las chicas quienes triplicaban el número de los varones; añadió que intentaron ser respaldo y asiento de su educación y con un ¡ánimo chicos!, subió todo el curso de 6º.
Estaban vestidos con togas azul marino sobre las que reposaron seguidamente las bandas rojas y tocados del birrete, correspondieron al cariñoso saludo de los profesores, recogieron el diploma, y más tarde, la foto que el AMPA enmarcó como orla recordatoria. Colocados frente a los espectadores, en su mayoría padres y familiares emocionados de los allí graduados. Estaban entre ellos los dos presentadores, pero fueron otros compañeros quienes vertieron palabras agradecidas a padres y profesores.
Y llegó lo más esperado, la obra de teatro protagonizada por miembros del AMPA titulado, LA CENICIENTA, aunque nos quedaríamos con el apelativo cariñoso de “CENI”, que fue como la requeriría de amores el príncipe, el guión estaba adaptado con una mezcla de contemporaneidad, en los diálogos e igualmente, en una clave humorística. Permaneció el vestuario clásico en esta adaptación de los Hermanos Grimm.
La presentadora tomó cartas en este asunto del cuento y aportó su granito de arena, tras unas palabras y el agradecimiento a una compañía de teatro de Santillana del Mar, comenzó el relato. Por cierto, estuvo más templada en ese oficio de narradora.
Aparecen en escena los primeros artistas, se hace una presentación previa por la narradora y comenzó así el cuento. El matrimonio de los padres de Cenicienta, surgió al enamorarse en un baile. Éste fue representado por los actores vestidos de época. Lograron una danza estética y equilibrada, que para sí quisieran actores de “pro”. Nació Cenicienta y según cuenta esta trama, quedó huérfana y su padre casó con una mujer que tenía dos hijas más, Emilia y Amalia. Estas hermanastras además de comportarse déspotamente, reflejaban el desdén y la ignorancia por medio de sus voces, gritonas, casi bestiales, en fin desagradables; definían muy bien su carácter. Los diálogos se acoplan al día de hoy, móviles, mensajes, coches, en fin, todo modernizado, pero que dejaba reconocible ese clásico cuento.
El público reía y aplaudía, era el delirio ante este cuento reconocido y a la vez, diferente; los niños participaron en todo momento, pues los actores recurrieron a la interactividad y lo vivían metiéndose de lleno en la historia, todo el tiempo. Improbable divertirse más.
Bien, el príncipe debía casarse y su padre ordenó preparar un baile para conocer posibles princesas. Apareció en él, el noble hijo engalanado, hablaba en idioma “pijo”, voz atildada y con gestos que, por la gran estatura y casi desgarbada figura, lograba estar pegado al micrófono y a la vez, moverse por el escenario, porque amigos, era un príncipe de “altura”.
Comenzó el drama de esta especie de alegoría a los reales valores en las personas. Las hermanastras se hicieron únicas acreedoras de la invitación a la familia, despreciando así a Ceni, de la que se rieron y además, la ordenaron arreglarlas. Interpretaron tan bien este papel de déspotas, que el público criticaba hasta su forma de expresarse por lo exagerado o chabacano, sin embargo era lo que se pretendían, subirlos a escena y, casi hacer vivir en esa realidad fantástica, Cenicienta barría a la vez que sus lágrimas, el suelo; esta actriz demostraba su valía y nos introdujo en ese papel de victima.
En palacio empezó a desarrollarse el baile.
Ceni estaba sola, observada en su agotador trabajo por dos ratoncillos. De pronto apareció el Hada Madrina, transformó en el acto a esa jovencita de doméstica a noble, por medio de un bello vestido azul y consiguió por arte de magia, una magnifica Limosina. Los ratones bajaron entre el público a buscar horquillas y diademas para engalanar a Ceni. El público infantil llamaba a Cenicienta para que completase así su vestimenta, adecuada para lo que ellos llamaron ¡la fiestuqui!; y sí, salió a escena bellamente vestida de azul.
Fue sorprendente ver aparecer una maqueta de ese largo cochazo, guiado por una “choferesa” uniformada, retirándose constantemente el cabello hacia atrás, además del lenguaje y los gestos pasotas, arrastraba eses en un tono estirado y snob. Desaparecieron haciendo mutis por el foro y reaparece Ceni en el baile, quedando anonadadas sus desagradables hermanas.
Aparece el príncipe y tan solo quiere bailar con Ceni, como el la llamó, contándole de su vida y de sus posesiones, de sus “papaítos”, bailaban melosos y mostraban sus rostros embelesados por el amor, ante un público desternillado por la risas ¡Qué buenos! Por cierto que la narradora se comportó y consiguió mantener el tipo sin reírse, ¡qué fuerza de voluntad, por Dios que sí!
Llegaron las 12 de la noche y Ceni hubo de retirarse, dejó atrás su bello zapato y al príncipe, desolado. El novio desesperado envió a sus lacayos en busca de la dama a medio alcalzar, hasta llegar al castillo donde moraba esta familia de nobles.
Las peleas entre las dos hermanas por ser la primera en probarse era degradante, y asimismo el esfuerzo ímprobo por intentar calzar en aquellos enormes “pinreles”, el famoso zapatito. A Ceni también le tocó probárselo y al venirle bien a su delicado piececito, las hermanastras mostraban su odio contenido, entre el rechinar de dientes y el mesar de sus cabellos.
Ceni se quedó con el principito y entre arrumacos amorosos, acabó aquel cuento original y sorprendente. Los aplausos, vítores, bravos y silbidos de aprobación eran estruendoso, el Auditorio amenazó con venirse abajo y desde mi modesta opinión, fue de lo mejorcito que he visto, contando con obras profesionales. ¡Bravo!
Los decorados y algunos de los complementos de la ropa de los graduados, dependieron de la asociación y la colaboración incondicional de la “mujer de las nieves”.
Finalizó el acto con la “Sorpresa”. Una página Web bien programada. Mostraba fotos de los alumnos y actividades de este curso, dividido por estaciones, adornado de diferentes y relajantes temas musicales, o, las fotos de parvulitos de los que hoy ya mayores, culminaron su paso por este centro educativo, colaborando en actividades culturales, lúdicas, sobre el terreno, historia o la naturaleza. Indicaba como era el programa educativo en general y desde lo positivo, una pretensión lograda por M. A. R. Una de las melodías que sonó evocadora, fue “mi libre canción”, de l. Battisti.
Queda al pie una dirección para apreciar este trabajo de creación, ha dependido hasta ahora, de una de las madres de la asociación.
Una graduación de los más entretenida, en tiempo y horario perfectos; quedamos pletóricos y por supuesto, fue divertidísimo.
Enhorabuena a todos los que hicieron posible este programa, en especial al AMPA, magníficos intérpretes que superaron si cabe, los anteriores actos teatrales.
http://www.cristoreysanvicente.es/
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
16-VI-2011
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