viernes, 15 de octubre de 2010

PELUQUERÍA SIDERAL.


Entrar en estos locales de estética y o peluquería, siempre me produjo la sensación de encontrarme en otro planeta o en una nave espacial. Se aúnan las decoraciones lisas, sencillas, e incluso a pesar de la modernidad, funcionales y prácticas, con algunos instrumentos similares estéticamente a los cósmicos, incluidos los uniformados peluqueros y peluqueras, vestidos con diseños y colores que chocan con la moda en la calle u otros oficios, dándoles un toque diferente, es posible que sea el indicativo de su oficio. Siempre adelantados a su tiempo, tanto es así que en este caso concreto, a pesar de la decoración de varios años, pervive ese halo de identidad futurista.

Algunas de estos expertos, consiguieron renombre entre las altas esferas, gracias a su fama, estilo determinado y una adecuada publicidad, suben en ese escalafón, elevando sus a precios “astronómicamente”, palabra que viene al “pelo”, para definir la “extensión” de su sobreprecio.

Es curiosa la necesidad de arreglarnos, diferente para cada ocasión, el hombre desde sus primeros pasos, así procede. Se cree que los egipcios fueron los predecesores en la cosmética, peinados, teñidos y pelucas. Utilizaban colorantes procedentes del henné, que aún se usan hoy en los tintes capilares, aunque su población tenía rapada la cabeza, sin embargo fueron los poderosos, sacerdotes o miembros de castas superiores, quienes se peinaban o llevaban postizos.

Los profesionales en este oficio estético, son también adelantados a su tiempo, algunos nos reciben con peinados sumamente sencillos, otras sorprenden siendo de aspecto radical, en casos los portan imposibles o en tintados increíbles, insólitos adornos personales, ya sean gafas nunca vistas y rebuscadas, relojes descomunales en sus muñecas o con calzado, que por su forma y color, solo se ven en alguno de los desfiles de grandes diseñadores.

Lo que si es evidente en todas ellas, es el trato amable, siempre dispuestos a escuchar –estos desahogos serán siempre silenciados, pues ejercen en momentos un algo cercano a la psicología-. Sumando los masajes capilares al lavar el cabello, la manicura o cualquier otro cuidado que desarrollen en tú cuerpo, todo unido a la música ambiente, proporcionando el total mimo. Ahora mismo añaden otros servicios en donde se reposa en camillas cómodas, se extienden en el cuerpo con diferentes masajes, una serie de elementos que mejorarán la piel y a la vez, casi el alma.

A la que me voy a referir ahora, tiene una decoración de diseño, adelantado, igualmente vanguardista; en su cristalera dando a la calle, siempre un toque de naturaleza con alguna bella flor, en este caso un lilium blanco y aromático, en los escasos silencios de este lugar, se deja oír la caída de una de sus flores al suelo, pareciendo caer en cámara lenta, es entonces cuando varios pares ojos somnolientos y entrecerrados, responden con miradas cansinas hacia el lugar de ese ruido sordo y leve, al ser distinto de todos los allí escuchados, casi se manifiesta inoportuno; están también colocados en vitrinas translucidas, productos distinguidos y muy chic.

Sus paredes pintadas en azul pastel, el mobiliario en negro, estudiados orificios sobre los tocadores, en ellos reposan con seguridad, secadores de mano o volantes, esmaltados en ese mismo gama oscura, brillantes, usados en variadas actividades, secando a temperaturas apenas soportables, sobre bigudís que envuelve mechones de pelo y así distribuirlos en una orientación o dirección determinada; los llamados difusores, expanden los rizos y dan volumen, estos, tienen el aspecto de la trasera de un cohete espacial.

Incluso sus tijeras y navajas son especiales, sea por dar un cierto estilismo o quizá, posibilitando los precisos o adecuados cortes. Estas herramientas poseen diferentes aspectos, sinuosas, rectas, curvadas; navajas o cuchillas con mangos aerodinámicos, en este caso en negro, estáticas, dentadas o móviles, que al igual que las tijeras, tienen una especie de espolón donde se apoya el dedo, para maniobrar mejor y con seguridad. Peines de púas separadas especiales para pelo rizoso, otros con empuñadura alargada, que sirve para separar mechones y trabajar con más precisión en rulos, tintes o cortes específicos. Evitan materiales generadores de electricidad estática, pues electrizan el cabello, suelen ser de concha o carey.

Los cepillos profesionales tiene un capitulo aparte, higienizados también en cada uso, con germicidas o esterilizadores, todos ellos en un recipiente reposando a la espera de ser usados. Juntando el esfuerzo de los peluqueros, los mágicos productos, –en este caso naturales, con el mínimo aditivo químico- y los voluntarios y abnegados usuarios, poco más o menos que mártires, ante el calor, olores o quietud necesaria en esos sillones hidráulicos, elevados a demanda de la necesidad del peluquero o por el tamaño de cada cliente, consiguiendo así, un perfecto peinado. Esta sensación es espectacular, la que más transporta a una nave del espacio, alzados a una altura donde los pies no posan en el suelo, alejándose de nuestra vista y produciendo la impresión de flotar. A los niños suele producirles vértigo o júbilo.

Hay cepillos metálicos usados para transmitir mejor el calor, otros terminan en una pequeña bola de madera para desenredar fácilmente. Son de una variedad asombrosa, de formas cilíndricas, cónicas, tupidos al extremo de parecer seres vivos, aparecen y desaparecen de pronto, como gusanillos entrando en las cabelleras, como las orugas lo hacen en la superficie de la tierra; ralos como las plantas de “cola de caballo” o térmicos.

De pronto, surgen carros rodantes cargados de frascos, bigudís, -hoy con anilla incorporada-, de diferentes grosores e incluso denticulados, paralizan y aprisiona cuanto más el cabello; cremas, tintes o papeles para trabar el mechón en rizados y mechas, rollos de celofán con los que cubren las cabezas a la espera de conseguir los efectos deseados; se hacen notar poco el ruido de sus ruedas en goma, sigilosas, dejan al sesgar el aire, un corriente a modo del aleteo de una gran mariposa, al pasar por delante de nuestras piernas. Estos armazones móviles, están provistos de todo lo necesario, eliminando la pérdida de tiempo. Lacas, fijadores, cremas, algodones, bolsitas para lo desechado, palanganas mínimas, pinzas, limas, utensilios sin fin. Otra peluquería en pequeño.

Coexisten los lavacabezas y sus lavabos, Dream, unos pocos de sillones acolchados y cómodos, utilizados en las escasas esperas, pues gracias a la cita previa, está todo calculado en horarios, rodeados de secadores estáticos, pareciendo escafandras astronáuticas, transparentes en su final sobre los ojos, ya de por sí, su nombre las define, “secador de casco”, de voluminosa nuca, telescópicos, de infrarrojos o el “vaporal de ozono”. Algunos de ellos, parecen naves interestelares en forma de abrazo ahuecado o, pudieran ser antenas interiores, llamados activadores o “climazones”. Nombres igualmente sofisticados.

Entre ruidos de los motores de gran potencia, relojes recordando los plazos de tiempo, conversaciones, el paso constante y perezoso de las páginas de publicaciones, repartidas entre los clientes, algunos de ellos, bajo los secadores ruidosos. Entre todo esto, sorprende un recipiente a rebosar de golosinas, dicen sonriendo que para los niños, -sé de mayores que también gustan de ellas-, los profesionales mientras, recogen cabellos cortados hacia una puertecita ex profeso, ayudados por un cepillo con un perfil original, mientras enrollan, tintan, secan, aconsejan…

Al retirar una especie de hombrera rígida cerrada con imanes y con gran cuidado, evitando que el cliente se vea molestado por esos picores que producirían los pequeños restos y puntas del cabello, quedando en las toallas blanquísimas, donde por el contraste de color, se ven más claramente. Cabelleras húmedas, espejos que reflejan imágenes poco atrayentes al llegar, -mejoradas al salir-, luces en el techo o enmarcando estas lunas acusadora; alguna planta inusitada de otros climas, de maravillosos y vivos colores, en un recipiente tan solo con agua, sobreviviendo sin tierra, hasta una sorprendente, cargada de flores, en forma de tulipas hacia abajo, llamada “Medinilla arbórea”, al abrirse por completo, dejaba asomar auténticos racimos de florecillas, elevados en sombrilla los pétalos de los otrora farolillos, o la “Amarilis” roja, rallada, una campanilla preciosa y sensible. Las renuevan constantemente,

Estos peluqueros son amantes de la naturaleza, cuidan y buscan, lugares con temperaturas adecuadas para las especies traídos de casi toda España o incluso del mundo, árboles autóctonos, musgos, líquenes, cualquiera de los animales del entorno boscoso y marino donde residen, interesados en la vida al aire libre, dejando los descansos necesarios del trabajo, abocados al desempeño del mantenimiento de ese entorno, para ellos y para todos, pues el cuidado del medio natural, beneficia a la generalidad.

Mientras, va pasando el tiempo oyendo la música ambiental, relajante, podría llegar a denominarse musicoterapia, promoviendo el bienestar colectivo, dejando algo intangible en el ambiente, lleva mente y cuerpo a un solo elemento, algo relacionado con eso llamado “paz”. Se distinguen a pesar de todo, los aromas florales, los días lluviosos o el viento.

Un buen sitio para lograr frenar este mundo de prisas, agradable conversación, bienestar y personajes que observar.

Una nave espacial donde se preservan muchas envolturas terrenales, una real calidad de vida, un reducto de tranquilidad aún siendo post pago, para así obtener un exterior sugestivo y atractivo, donde sus profesionales sacrifican extensos horarios, dejando de lado las propias vidas, en aras de conseguir en los demás un desahogo. Nada más, tan solo unos minutos de concordia.

Es otro mundo este, de la estética.



Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
14 de octubre de 2010

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cogere cita en esa peluqueria sideral,entrar alli debe ser como un cuento de hadas,gracias por darle sentido a estos pequeños detalles de la vida.