martes, 12 de octubre de 2010

ENAMORARSE EN OTOÑO

Si, ha sido una cita después de muchísimos años, es posible que haya encontrado eso que podría llamarse amor, he tenido los nervios a flor de piel y dormí mal, tan solo porque al charlar nos rozamos las manos y se apoyó en mi pierna al agacharse a coger su pañuelo. Fue entonces cuando me fijé más en ella, es realmente hermosa, alta, con un cierto aire distinguido. Sus pestañas estaban pintadas con alguno de esos maquillajes, sus ojos brillantes, profundos y no muy grandes, creo que son castaños pero no me importa demasiado. La llamo cita, pero al final es una cena con todos los amigos, pero seguro que podremos hablar en alguna ocasión.

- Te lo cuento porque me apetece, que te conste. Ya sabes que nos conocemos de siempre, un poco más tarde de conocerte a ti, en una amistad de muchos años, aunque nos vemos en contadas ocasiones. Creía que era un tanto superficial; ha sido un error puesto que es en cada momento, como pide la situación, no analiza, simplemente se adapta. Si toca alternar dejando atrás las cosas serias lo hace, si toca callar, también, pero cuando se habla de cosas importantes, hasta vierte algunas filosofías o conocimientos referentes a las personas o circunstancias de la vida real, es la primera que deja razonamientos acertados y respuestas sorprendentes, con personalidad.

- ¡Vaya, vaya…!

- ¡Quién lo iba a decir!, es normal que muchos hombres se acerquen a ella, atractiva en todos los sentidos, elegante, prudente, cariñosa y atenta con los suyos. Tiene tiempo para todo, ahora que lo pienso, coincidimos en reuniones y foros varias veces, cada uno se defiende de la realidad de la vida como puede o sabe.

- Parece que no me oyes, que estoy aquí hombre.

- Que sí mujer, pero déjame que te cuente, seguro que te interesa.

- Me sorprendo día a día, intento coincidir cuantas más veces, me dejo caer por las zonas de contacto de la pandilla, pero poco, para no resultar cargante ni asustarla, sin agobios ni entrometerme en los espacios que ella ha conseguido.

- ¡Ah, claro!, todo este tiempo tropezándonos contigo cada dos por tres, siempre con cara de sorpresa, para disimular. ¿Igual te crees hasta buen actor?, se te notaba a leguas.

- Aquello que sucedió en aquella noche, desató dentro de mí sensaciones ya olvidadas, hasta romanticismo, ilusiones y algo de nerviosismo. He cambiado la forma de vestir, compré ropas más alegres, colores juveniles, corbatas desenfadadas, incluso alzas para mis zapatos. Ahora acudo cada poco a la peluquería, uso un perfume suave y la espuma de afeitar neutra y hasta una crema para la cara. Quizá alguna vez me acaricie la cara.

- Pues sí, algo se te nota, menos mal porque parecías un higo paso, muchacho.

- No me tomes el pelo, que no te cuento más.

- Vale, vale.

- No hubiera pasado nada si no se hubiera despedido diciendo, que había sido muy agradable conversar conmigo. Yo hasta entonces, no le había dado mayor importancia, simplemente el apoyo para recoger lo caído o hablar reclamando la atención, pero en esa despedida me hizo ver que hubo algo más por su parte. Entonces fue cuando reaccioné, cuando me di cuenta de haber sentido ese algo más que lo agradable de aquel roce, siento cierto escalofrío cuando lo recuerdo. No sé lo que deparará esta cena, ni el futuro, pero tengo ese nerviosismo ante lo desconocido, quizá la posibilidad de la aventura de enamorarme. Estoy con una calma tensa, la necesidad de compañía, comprensión, compartir, entendernos en miradas cómplices, a cubierto de curiosidades ajenas. Eso será lo más emocionante, darle a esta nueva y recién empezada situación, algo diferente de la época de chavales.

"Estoy poseído de algo parecido a querer y no querer, cierta vergüenza, temo ver la realidad palpable, sospecho muy en lo hondo que solamente haya sido un sueño por mi parte, se junta a las necesidades de atención, ternura o simplemente ilusión, a lo peor queda en lo que era hasta ahora. pero quisiera disfrutar de paseos de la mano o quizás de ella apoyada en mi brazo, acariciar sus dedos estilizados y adornados con sencillos anillos, esas manos delicadas y fuertes, con los pies enfundados en zapatos de altos tacones, que aún la deja más inalcanzable. Por eso pienso a veces, ¿por qué se va a fijar en mí?, soy un poco lo contrario en algunas cosas, tenemos diferentes vidas, compartimos contadas coincidencias…"

"¡Pero qué digo!, es sólo una cita, no hay nada seguro, ni siquiera lo hemos hablado, a lo peor ni quiere, pudo ser un único capítulo y finaliza justo al empezar. Luego lo veré."

- Qué desesperación muchacho, ¡por Dios!

- Creo que mi cara está apurada al máximo, pasé las manos en todas direcciones y no hay ni un pelo fuera del sitio. Estoy satisfecho con el aspecto. He ido al cajón de los atavíos elegantes, saqué del envuelto la bolsita de fieltro del reloj que me regalé cuando dejé de fumar, espero que tenga la maquinaria como es debido; ¡sí, estaba perfecto!.

"Le limpié su cadena de plata y lo até en la muñeca derecha, me gusta ponerlo en la mano contraria, me recuerda el esfuerzo que hice para dejar el tabaco. He decidido retirar las calzas de los zapatos, sería engañarme a mi mismo, soy como soy. Los he dejado brillantes."

"Recorté un poco más las uñas y coloqué la corbata en su sitio, tapando el botón de la camisa de rayas rojas, es de manga corta, he pensado que hará calor y además evito cargarme con gemelos, ¡los odio!, miro por última vez mi imagen en el espejo, no soy guapo pero quizá sea resultón, además bailo bien y eso les gusta a todas."

- ¡Sí hombre sí, que estabas bien!

- Esperaba poder bailar con ella. La verdad es que estoy con el corazón en la garganta, se me va a notar, menos mal que la música tapará además de las conversaciones imposibles, los golpeteos de los latidos de mi corazón.

- ¡Eh, que te quedaste pensativo, despierta hombre!

- Esta parte la conoces tan bien como yo, pero te contaré como andaba yo por dentro. Nos encontramos todos en el lugar acordado, saludos y enseguida comenzamos conversaciones y risas.

- Aún falta alguien ¿no?

- Parece que algunas de las chicas no tuvo oportunidad de venir a cenar.

Pensé con satisfacción, que la buena suerte se aliaba conmigo, menos chicas para bailar, más fácil de repetir los bailes con ella, sonreí complacido.

Mientras nos dirigíamos al restaurante, los chicos nos pusimos juntos tras ellas, tres para siete mujeres, descompensado pero siempre ha sido así, no tiene importancia, no hay parejas, solamente amigos.

La observaba mientras caminábamos, perfecta, elegante, hablando en tono alegre pero bajito, con los ojos brillantes. La noche tiene ventajas, sobre todo porque no se necesitan gafas de sol, me encanta poder ver la expresión de los ojos de todos, se intuyen muchas cosas, me siento seguro sin ellas y sé donde miran los demás. Sus movimientos son relajados y tranquilos, pasos largos; es extraño, hasta ahora no me había fijado en ello. Mira en una ocasión hacia atrás y coincidimos en esa mirada. Me hubiera gustado estar a su lado, aunque dificulto la posibilidad de mantener una conversación. Parezco un adolescente.

Sin más, llegamos al restaurante, entramos y llegué tarde para escoger el lugar mas cercano a ella. ¡Qué rabia!. Elegimos para todos compartir una parrillada de carnes y vinos tintos, nos costó calcular pero el camarero aconsejó.

- Cuatro raciones será lo adecuado, señores. En caso de ser insuficiente, se prepara algo más sin problemas, el chef lo prefiere.

Me disculpé para lavarme las manos, al regresar quité la chaqueta dejándola en el perchero, sentí su mirada sobre mí, se alocó mi corazón.

- Lolo, qué camisa más sofisticada llevas hoy, en realidad te vemos muy elegante, ¿Qué pasó, te enamoraste y no lo dices eh?

Creo que se me subieron los colores. Las risas llenaron el comedor y casi tropiezo contra una de las sillas; ¡calma Lolo, que te pierdes!, -me dije. Me senté frente a ella.

- Pedro, ¿me dejas el mechero?

- No traje, Antón, estás más despistado cada vez, mejor sería que dejaras el tabaco.

- Tengamos la fiesta en paz, sólo pregunto para poder fumar un pitillo con el café, se me olvidó.

- Si, sí, disimula, te aprovecharás y lo encenderás antes; no te querrá nadie, hueles como las cenizas de una hoguera.

- Me querrá otra fumadora. Risas de todos.

Ella estaba en ese momento con la melena recogida en una especie de moño.

- Siempre me he preguntado cómo os las arregláis para hacerlo, tan solo con una especie de maderillo alargado y fino.

- Cosa de costumbres.

Por cierto estaba preciosa, el pelo le brillaba como la luna en la mar.

Se pidió el vino, agua y el especial combinado de Lines, con eso comenzó la ya tradicional tomadura de pelo; mira que eres snob, que si cuanto cuento tienes, que mejor agua y así no te quedas pegada a la mesa como una lapa, que se te cierran los ojos; un largo etcétera que siempre ríe, dando el tiempo justo a recibir los entrantes crujientes y sabrosos. Cada vez me gustan más las croquetas de pescado, aunque tengo que tener cuidado con mi dieta, en lugar de músculos, adquiero rollos en las “flancos”.

- ¡Eh Lolo, suelta esa croqueta ahora mismo, que queman! Ja, ja, ja.

- Claro hombre, a ti no, solo a mí.

- Es porque no mides las que comes hombre. ¡Abusón!

Creo que todos saben de mi debilidad. A pesar de las bromas siempre me dejan apartados unos cuantos de esos entremeses crujientes.

La cena transcurre como siempre, ocurrencias, risas, anécdotas de nuestros recorridos de turistas aventureros, siempre sin hacer reserva. Más de una vez compartimos habitaciones, con la consiguiente vela entre risas, durmiendo poco antes de levantarnos, con desayunos en tazas de “caféses” como piscinas, ojeras y las bromitas al uso.

- ¡Vaya ojeras!, son nidos de buitres oye.

- Hablarás tú, que se columpian los gnomos en las tuyas.

Desayunos pantagruélicos para compensar el sueño y guasas hasta salir del hotel, creo que en algunos nos han puesto veto, sonrío.

Llegamos al postre, pedí mi tarta preferida, en ese restaurante está deliciosa.

- Vaya contigo, mucho cuento con lo de los fritos y ahora te vengas con la tarta, ¡Qué cara tienes!, todos me abucheasteis con gestos de barriga hinchada.

Tomamos los cafés sin licores, dejamos fumar a Antón y a Pepi. Salimos del local con ciertos síntomas de tener forma de “cuatro”, después de esa sentada ininterrumpida, casi paralizante de casi tres horas.

- ¿De qué te ríes Lines?

- Pues verás Lolo, esto que me estás contando, fue lo mismo que ella me dijo antes de la cena.

- ¿Ah, sí?, que tontería de sufrimiento he tenido. Bueno ya vale, no te rías más, ¡para ya, te vas a ahogar!

- Es que todos lo teníamos claro menos vosotros. Hicimos hasta una apuesta a ver en que día sucedía.

- Pero que dices mujer, si no sentí nada hasta hace poco.

- Pues ya ves, era inevitable.

- Entonces si lo sabes, no te cuento el resto.

- ¡No, no, cuenta, cuenta!

- Pues eso, como sabes nos dirigimos en un paseo por la noche calurosa y agradable, hasta el café musical. Se había quitado por entonces el moño y quedo tapada la nuca.

- Por cierto, la tiene preciosa, ¿No te parece?

- No sé, nunca me fijé, no es mi tipo, ja, ja, ja.

- Me acerqué a ella hablando entrecortado; preguntó si estaba malo, sonreí y la dije que solamente un poquillo nervioso.

Al llegar, la mayoría pidió infusiones para relajar el estómago, después tomamos algunos licores dulces y otros combinados. Comenzó Antón a bailar con su colega fumadora, decidí hacer lo propio con Antonia, acabó el baile y planeé bailar el próximo con María Jesús. Sonaba una música lenta, vi aparecer a Nuria acercándose a pedirme el baile, antes de que llegara, me dirigí hacia el otro extremo y cuando iba a pedírselo a María Jesús, ella lo hizo antes; casi huyendo nos dirigimos a la pequeña pista. Por pocas me da algo, entre los colores de los focos, los latidos de mi corazón y sus brazos rodeando mi cuello.

Acabó ese baile sin decir palabra, bajamos el escalón y nos sentamos con todos.

- Quiero que sepas que todos mirábamos la cara de pazguatos que teníais.

- Bueno, bailamos como sabrás, varias veces. Al irnos a la discoteca, fuimos a bailar a un lugar apartado y fue entonces cuando se lo dije. La expliqué como me había sentido durante ese mes.

- Así que hasta aquí te cuento, “sabelotodo”; ni haciéndome un tercer grado con torturas incluidas, diré una palabra más. te estás despatarrando de la risa todo el rato, hala a la porra.

- No me hace falta, esa sonrisita tonta que tienes te delata. ¡Enhorabuena a los dos, tortolitos!

Como veis, en el otoño de sus vidas además de estar en esa estación, mis amigos han comenzado una bonita relación, serán felices, estoy segura. El mejor de los tiempos para compartir este otoño… enamorado.

Enseñé esta historia a una compañera, me dijo que había que cambiar los nombres.

- ¿Por qué?

- Pues porque no quedan bien.

- Pero mujer, que se llaman así.

- ¡Ah!, pero, ¿es una historia real?

- Claro. Es que tienes un empeño en quitarle la corbata al bueno de Lolo y ahora hasta el nombre.

- La verdad es que hombres así no hay muchos. Ponle otro nombre a ese galán, por favor. Destroza la historia.

- Ya y si te descuidas, hasta le desnudas porque no te gusta como va vestido, dices que tiene aspecto, (en tu imaginación), de alcalde con mayoría minoritaria.

- Oye Lines, ¿Fue verdad lo del pañuelo?

- ¡Si, si lo fue!, lo vi todo, rozarse sus manos y a ella, apoyarse en la pierna de Lolo, sus miradas de corderitos degollados y esas cosas que pasan cuando empieza a gustarse alguien.

- Jolín que hombre ese tan romántico, parece imposible que sea real.

- A ver amiga, que me contó la historia en parte, sus otros sentimientos los guardará para sí mismo. Creo que realmente la única romántica enfermiza aquí, eres tú. Respetaré por completo esta bonita historia, lo siento querida, es tan normal que parece mentira.



Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
Otoño de 2010

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