lunes, 18 de octubre de 2010

DESGRANANDO… ALGUNAS IRONÍAS


Dicen que lo importante es participar, ¿Cómo es que nunca he visto triste a los ganadores de ninguna prueba, examen o concurso?, al contrario, están exultantes de alegría. Me da la sensación de que según esa máxima, debieran estar abatidos, ¿o no?


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He oído que tener dinero no es tan importante como parece, pero me queda la duda de quien lo está diciendo, y si es acaudalado, entonces nos engaña cínicamente.


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Recuerdo a un ser querido, nunca ansiaba nada, tampoco tenía necesidades consumistas. Disfrutó con intensidad de lo que el destino le proporcionó. Creí por ello, ver a la persona más rica del mundo.


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Las ironías son cortantes, tanto como desgranar las alubias de sus vainas resecas y duras.


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La ironía es una verdad de doble filo.


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La sutileza es otra verdad en espada envainada, no corta, pero sacude con cierta sinceridad.


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Hay gestos en la cara que dicen mucho de nuestros sentimientos, si no los controlas se ven reflejados; lamento no ser actriz.


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Si escribiera todo lo que pienso, estaría poco menos que perseguida por unos y por otros.


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Tengo de nuevo una ilusión, termina justo donde comienza la pared de la realidad, pero mientras camino hasta ella, estoy a gusto.


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Las rosas púrpuras y aterciopeladas, mojadas con el rocío de la mañana, huelen sutilmente, su tacto húmedo casi pegan nuestros dedos al pétalo, es un río de sensaciones, tan solo veladas por el sueño real de la vida.


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Caminar sobre la hierba en las madrugadas de agosto, hace llegar un olor casi hiriente al entrar por la nariz, hasta duele al llegar con esa intensidad. Agradable y sorprendente, huele a tierra húmeda, a vida interior. Un mundo poco menos que olvidado.


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He visto el brillo de la luna llena, en la madrugada, alumbrando la pared; parecía un fanal del puerto a la espera de los pescadores, con el tono suave de la belleza del alma, relajado, silencioso, sencillo, claro…


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Tengo amistades que se alejan de mi cariño, a pesar de la distancia, siento crecer este afecto, aún, sin el necesario contacto. Buscaría la manera de encontrarlos en el cielo, intento portarme bien para llegar a él, quizá sea un buen lugar para coincidir. Amigos en todos los lugares, aunque no haya café.


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¿Cómo será posible que el cariño se extienda tanto y a tantas personas?, ¡curioso!, cada vez el corazón se hace más grande, sin embargo no pesa ni ensancha. Eleva el cuerpo. Contenta el alma.


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Las notas musicales en el pentagrama, son el camino hacia la exuberancia, el atajo a la imaginación, el vuelo al amor, nadar en las bamboleantes hamacas de la tranquilidad, corretear por la ensoñación de los ojos entrecerrados en busca de paz. Reposar junto con esos sonidos que tanto comunican, me aíslan de todo.


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Los cristales de las ventanas, son el alma de las casas, quizá por ello, ese afán de mantenerlos siempre limpios y transparentes. A la vez, dejan ver a través de ellos, la vida ajena, paisajes, firmamentos; todo puede aportar enseñanzas o afectarnos. Las cortinas que ponemos, defienden nuestra intimidad. Así nos mostramos nosotros ante los demás, con visillos de cuidado, protegiendo nuestra sensibilidad.


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Cuando alguien enferma de gravedad, cercano a nosotros, queremos engañarnos, incluso a nosotros mismos, buscamos esperanzas y nuestra cabeza, se hincha de dolor. La espera ahueca dejando el interior vacío; al escuchar la peor de las noticias, el alma se encoge apresando el estómago, te dices que vives una pesadilla de la que despertarás, la habitación comienza un movimiento de tiovivo y disminuyes, disminuyes…


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Leí como alguien esperaba la muerte de un ser querido, escalofría por haberlo vivido. Esa sensación advirtiendo desde la borrachera de la pena, cómo se adueña en el agónico camino de tu sangre, duelen hasta las venas, se hacen patentes todos los sentidos, lo percibes todo más claramente. Es injusto que esos estímulos te distraigan, sabiendo que tu esperanza no llegará más allá esta vez, que no importan nada, ¿Para qué los quieres ahora, para qué? Te ahogas en las frías lágrimas y buscas a los tuyos en aquel rincón donde te escondes, frío, anónimo, oliendo amargores salobres, arranado, siendo un despojo rabioso; ansiando una venganza que no irá a ninguna parte. Luego asumes que igualmente tú, llevarás ese camino y entonces te sientes incomodo y egoísta, te preguntas por cual de las dos cosas lloras más.


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La muerte no existe, se va la vida.


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Temer a la muerte, (que no existe), impide vivir la vida plenamente; hemos de cuidar que no se canse de nosotros y se vaya.



Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte.de la Barquera
Octubre de 2010

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