sábado, 18 de septiembre de 2010

“SUTILEZAS ALEJANDRÍNAS”


Caricias recibidas muy suaves, sosegadas,
quizá son amistosas, tan tibias, bien guardadas.
Caricias entregadas, caricias precisadas,
en cientos de silencios, caricias intocadas.

Caricias sensitivas al roce, escalofriadas
minúsculos contactos de pieles tropezadas.
Caricias infinitas de encuentros o miradas,
aquellas que sorprenden, muy bien disimuladas.

Caricias absorbentes, caricias aceptadas
con grandes desconciertos, por ser inesperadas.
Caricias sin malicia, caricias olvidadas,
que son esos colchones, en almas demandadas.

Caricias hoy tan tiernas apenas recordadas,
y bien que se reciben, por ellas atrapadas.
Caricias de los hijos, del mar y de las hadas,
de aladas mariposas en manos refugiadas.

Caricias de las hierbas de lluvias empapadas,
de olores en las rosas, de escarchas impregnadas.
Caricias que nos besan los labios, reposadas,
besándonos los dedos, estando descalzadas.

Caricias mil caricias, dejando en pinceladas,
las sientes y creíste, en caricias amadas,
cariños escondidos en bocas endulzadas.
Caricias de los musgos o de oclas anegadas,
de apiladas alubias, recientes, desgranadas.
Caricias de los dedos en manos enlazadas,
Y el pláceme de arenas, en granos escapadas.
Caricias restallando las penas sollozadas.

Alguna acompaña en ansías desahogadas,
caricias confundidas, sospechas alargadas,
aquellas que pedimos y fueron entregadas.
Caricias que no importa, por qué fueron donadas.

Caricias de los novios, un tanto apasionadas
excitan y estimulas, hormonas recargadas.
Caricias bienvenidas, caricias retornadas,
recuerdos de más niño, por las abuelas dadas.

Caricias siempre limpias y tan necesitadas,
aquellas que depuran y bien equilibradas.
Caricias recogidas, sentidas y arrobadas,
lo justo de cariño y ternezas delicadas.

Caricias recibidas y das por alabadas,
tan limpias como vienen, regresan de aseadas.
Personas que las dieron, musitan renegadas,
caricias que murieron, al poco, recién dadas.

Quizá fueron caricias de efluvios, descaradas,
desordenes de alcoholes, brotando enturbiadas.
Caricias que recibes, retienes doblegadas,
aquellas que tan sólo se aceptan refugiadas.

Lisonjas que delatan y espían degradadas.
Y ¿Caricias incruentas las tienen sofocadas
requiebros o pasiones, al aire silenciadas?
Y sin embargo muestran, cadáveres… y "matan".

En todos, mil caricias en almas prodigadas,
con todas se defienden de olvidos y veladas.
Los últimas caricias llorando… descarnadas,
al hermano y mis padres, caricias expiradas.


Ángeles Sánchez Gandarilas ©
San Vte. de la Barquera
9 de septiembre de 2010

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