domingo, 22 de agosto de 2010

ORQUESTA Y AMIGA MUSICAL

Otro de tantos conciertos y actividades culturales de esta temporada en San Vicente, calculo se lleve la palma en eventos de este tipo, en muchas “millas en rededor”, -aprovechando esta frase, para recordar el octavo centenario del fuero barquereño-.

Saliendo de la inaugurada exposición de pintura, pasando apretadamente entre los preparativos del “Mercado Medieval”. Camino de la iglesia, -aunque por sus dimensiones, fuera en principio un proyecto de catedral o basílica-, preparado el ánimo para el deleite de la acústica de este recinto. Al pasar por la arboleda se oían los cantos de una torcaz y el sol dejaba en el oeste, reflejos en plata a través de las pocas nubes. Estas también se arremolinaban en las depresiones de los montes, presas de una falsa y espesa nieve que parecía ceñirlas con anillo níveo.

Este grupo de jóvenes músicos, superada la veintena, dirigidos con énfasis por su director, con instrumentos de cuerda en su mayoría, percusión y viento. Es la escuela de Música y Danza de San Sebastián. Interpretaron la primera sinfonía de Beethoven en sus cuatro movimientos, -esta fue criticada negativamente al ser estrenada, año 1.800-, innovación y revolución en su época, definida como música romántica.

Entrados ya en música fácil de apreciar y reconocer, pues se interpreta y escucha habitualmente. La proximidad a la orquesta, permite apreciar a cada intérprete por separado, ver el movimiento de sus manos y dedos, el esfuerzo, interés y su satisfacción, al concluir cada fragmento asignado y dirigido por la batuta. –Es recomendable oírlos alejados, brinda en la distancia, la mejor armonía del conjunto-.

Los timbales y percusión en general, producen estremecimiento, dejan un agradable contraste, exuberancia en esas notas en el total de la composición. El primer movimiento aparece con viveza, revoltoso en ocasiones, el siguiente, emana algo de tristeza, el tercero contiene alegría y se observa en los gestos del público asistente, un gesto sonriente y algún movimiento acompasado de sus cabezas. Cercano a la conclusión, los violines sin acompañamiento ascendiendo paulatinamente, encumbrándose en las notas más altas y ahí, contrastan con el allegro o tiempo rápido, que parece asomarse con timidez.

Se disponen a cambiar por completo de estilo melódico; interpretarán un popurrí de bandas musicales de películas harto conocidas. Estas obras varían al escucharlas en este lugar de sonoridad increíble. Quizá sea una adecuada manera o método de llevar al gusto por la misma.

Tan pronto se vivía en la piel de un gladiador, en una nave interestelar, en luchas a vida o muerte, guerras, sentimentales amores enlazados con extraterrestres bondadosos, piratas, miedos reclamados por contrabajos enfadados, travesías por los mares a golpe de arco de violín, placidez de descansos y sueños reparadores, la batería llevaba a los toques de ataque en batallas, todo sin descanso, en un vaivén de emociones y melodías, agitaba por dentro y fuera, encogía, exaltaba.

Por último una breve obra denominada Palladio, de Karl Jenkins; intentando reflejar el arpa solista hoy ausente, pero olvidado rápidamente por el buen hacer de esta orquesta y además, bien conseguido; dejándose llevar de inmediato por ese júbilo naciente en notas arrebatadas. El aplauso dejó claro el regusto placentero y entusiasta, almacenado durante todo el concierto, consintió en ofrecer
una propina.

Se intentó el chantaje musical, levantándose del asiento y palmeando exhaustivamente, se quería más; no resultó a pesar del agasajo.

Esta audición, nos llevó al unísono por composiciones en música popular y clásica, llenó todos los espacios del templo, cada rincón ínfimo adquirió conocimiento de los instrumentos y sus interpretes, lloviendo notas musicales, vientos en escala, marejadas y tormentas en percusiones, aires perfumados de románticos tempo piano, la paz en moderato o adornos en trino musical, deja bloqueada la mente del espectador, despertando al final de cada interpretación a la realidad, dejando en el aire además de los merecidos aplausos, suspiros que se crearon en el interior agradecido, invadido el diafragma por el escalafón del alfabeto musical.

Salimos de allí con la sonrisa puesta, con la única necesidad de ver la luna en su creciente brillar, aislarse del progreso constructivo, visitando con la vista toda la parte oeste de marismas y montañas, en la creencia de volver a nuestra monotonía y normalidad al término de la jornada. ¡Pero no!

Bajando por la pendía cuesta, se oía música coral, parecía una grabación. Al llegar abajo, un grupo de personas estaban paradas ante un local con las puertas abiertas, de allí salían las notas ordenadas.

Era el grupo de mi amiga musical. Se dice que no hay mal que por bien no venga, primero, volver a verla desde ya hace muchos días y segundo, recibir sin pedirlo mi propia propina musical. Los ensayos de la Coral Barquera estaban en todo su apogeo, todos atentos, con movimientos pausados y rítmicos, ante un joven director enérgico, vitalista, animoso, dando pie desde tonos diferentes y hasta con teatrales voces, arrastrando en sus manos a los obedientes cantantes, latiendo dóciles entre sus dedos.

Da un descanso y se vuelve ante los aplausos al canto “Marineros Ale”, un público de paseantes atónitos y conformes de esa escucha emotiva. Se dirige a varios de nosotros y dice:

-¡A ver, entrad que os convierto en un tris en sopranos!

Susto general y sorpresa por semejante propuesta a vuelapluma.

Sale cariñosa mi amiga y disfrutamos de esos pocos minutos, con fuerza atragantando palabras y risas, dejando en el aire complicadas vivencias llevadas por el aire, proyectos de futuro, la promesa como siempre de “cafeses” que desde ya doy por olvidados, el tiempo de su vida está completo y no se coincide tan fácil.

Abrazos que parece mentira sean tan intensos en un segundo, el cariño hace milagros, salga de donde salga, mientras aparquen en el corazón.

Tengo ahorrado remanente en el banco del afecto. Nos veremos amiga, da igual el tiempo que pase.


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
20 de agosto de 2010

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me apuntare a ese banco de afectos donde no se cobra intereses y el cariño es gratuito.