lunes, 30 de agosto de 2010

LO LÍRICO


Sí, el sábado pasado tuvimos la oportunidad de escuchar grandes voces, en un lugar como la Capilla de la Barquera, con un público entregado que gracias a la previsión de los organizadores, evitaron aglomeraciones, haciendo las justas entradas, impidiendo la posible incomodidad.

Cuatro cantantes y pianista, eso bastó para llenar de notas imponentes, un espacio con la adecuada acústica. Dorothy, soprano; Pedro, tenor; Ángeles, mezzo soprano, de Celis contra tenor y la pianista Ana Pilar. Todos ellos a pesar de la juventud, con un bagaje musical impresionante, profesores de música, directores de corales, -por partida doble en este caso P. de Celis, director de nuestra coral Barquera y la de Llanes- autores y alumnos aventajados a la vista de esta audición, aglutinando titulaciones y el constante aprendizaje e innovación de todos ellos. Su placer al cantar, es transportando a los oyentes de este local sacro, la sensación de escalofrío y emociones, fue constante.

Tras la presentación del director de la “Asociación Musical Virgen de la Barquera”, siendo Mario Hortigüela, en compañía de sus colaboradores el promotor de este evento, con el fin de recaudar fondos para un fin social y musical de los jóvenes de la zona. Se pasó acto seguido a la audición de este programa, compuesto de obras de opera, zarzuela y canción popular, llevadas estas en su mayoría, por el tenor González, consiguiendo un patente cambio y cierta solemnidad, escuchándose diferente.

Las obras comenzadas con el dueto barroco de Pergolesi, de Celis en su voz contratenor, evocaba esa época del XVI y los castrati por su registro agudo, en este caso admirable su natural don, junto a Ángeles, en su labor de soprano, acentuando esa belleza polifónica en directo, difícil de lograr sin movernos de nuestra villa.

Aquella iglesia se mostraba hasta pequeña para contener las notas, se extendían y casi apretujaban contra nuestros asientos, sorprendente abrazarse a ellas, entraban por todo el ser, se apropiaban de la mente y llevaban al paroxismo en la percepción auditiva, sensación de la imposibilidad en conseguir más agudos, manteniendo la debida entonación.

Seguramente era adecuada a la escena, una imagen de vestimenta brillante y empelucados personajes del XVI, sus muebles casi recargados de tapizados bordados coloristas, acolchados, “alguna silla de la gota” con puertas y ventanales enormes, un salón inmenso y quizá, unos enamorados llegando en un carruaje con caballos enjaezados a la manera de la nobleza de antaño. El exterior en dos pisos, más parecido a un palacete, con torre en prisma y una balconada suspendida de la misma y rodeándola por completo, dos grandes escudos familiares en la entrada al portalón y cuatro uniformados mayordomos que reclaman a las cocineras, bandejas de la comida que saldrán a la mesa.

La Canzonetta sul aria de Mozart, informados sobre el guión cantado de la de la mano de Dorothy, -soprano-; este duettino relata una historia donde Susana, (Ángeles ) y la condesa, preparan la cita de un galán, en un entorno de pajes, campesinas y flores. Llevada esta escena musical al auténtico significado de opera, quedando implícito el lenguaje teatral. Ambas profieren en su canto conjunción.

En el Duetto Buffo di Due Gatti de Rossini. Dorothy y de Celis, escenificaron cantando sus voces de soprano y esos agudos con variaciones, y con una única palabra “miau”, la crónica de una pareja de gatos con intentos de conquista a base de obsequios gatunos, -recortados pescados en papel- y la forma exhibicionista en los contoneos felinos de ambos.

Es una partitura que divierte inevitablemente.

El tenor P: González, tomó las riendas con su voz aterciopelada y potentísima, donde la resonancia de su pecho era extensible hasta el último rincón del recinto, era de temer que alguna de aquellas viejas piedras del adorno en la crucería del refuerzo, se viniera abajo. Zarzuela y música popular en un muestrario impresionante.

Se unieron en dos ocasiones los cuatro cantantes, una de ellas con Pie Jesu del compositor contemporáneo británico, Webber, creador entre otros de la opera Jesucristo Superstar. Una fuerza armónica total, un auténtico deleite.

El aria de Rinaldo de Handel, o a la escucha de O mio babbino caro de Puccini, donde Dorothy hizo temblar y hasta moverse el barco colgado del techo del templo, -esto sucedió varias veces durante la interpretación de otras obras, tal era la fuerza de las ondas y vibraciones sonoras, alguna vez sería interesante medir los decibelios-. Un programa desde el Stabat Mater, pasando por Offenbach, Luna, Sorozabal del Fresno o Fernández, donde la música del periodo barroco y clásico, se llevó la palma, conformando una agradable velada dejando la esperanza de repetir en otra ocasión, seguro se convertirá en la misma grandeza de hoy.

La pianista fue una atinada intérprete, no denotó en ningún momento pérdida o exceso en los acompañamientos, con esa esencia de la conducción y escolta en cada pieza, dejando gradualmente las notas, respetando el protagonismo de las voces, evidenciando su buen trabajo, a pesar del requerimiento a un segundo plano musical, no por ello dejamos de valorar su profesionalidad.

Como suele ocurrir, estuve acompañada por la “casualidad”, esta vez vestida con un personaje que tenía la música como afición, instruyéndome en algunas dudas.

Aplausos y bravos.

Enhorabuena a los organizadores a la expectativa de asistir a nuevos y variados conciertos, como el que hoy contentó a todos por la diversidad de géneros.

Una fecha a recordar.



Ángeles Sánchez gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
28 de agosto de 2010

2 comentarios:

Nieves dijo...

Lines:

Impresionante el relato de la actuación.

Yo que no pude ir, al leerlo, también he vibrado con las notas, en este caso con tus letras.

Realismo en profundidad.

Mis felicitaciones y como siempre un gran placer disfrutar de tus crónicas tan vivas.


Nieves

Anónimo dijo...

Muchas gracias Lines , fantastico relato.