lunes, 12 de abril de 2010

AQUELLA PRIMAVERA, EN AQUEL LUGAR

Un lugar cercano, precioso en su sencillez, con fácil acceso a pesar de su desnivel. A lo lejos se divisaba un tractor zigzagueando en la subida, igual que nosotros.

Lugar para gentes que aprecian lo pequeño, donde los demás apenas podemos saborear elementos minúsculos, casi los despreciamos. Flores diminutas, con cantidad de colores, malvas, margaritas salpicadas en un terreno lleno de tierra revuelta, son montículos que los topos producen al hacer sus cuevas o repararlas.

Normalmente son de mantenimiento de las antiguas. No producen más que el inconveniente de los montones, pues se sabe que las hacen por debajo de las raíces, se alimentan de insectos, caracoles, lombrices. Airean el terreno; por ejemplo hoy en los jardines, preparando pequeños caminos lisos sin plantación, será donde ellos construyen sus cuevas. El problema ahora y antes, es que si proliferan, su actividad de sacado de tierra a la vista, produce daños reales, aunque regando lo justo es probable que las lombrices u otros animalillos invertebrados se muevan menos hacia la superficie, con lo que ellos tampoco acudirán a cazarlos.

En otros tiempos de los usos ganaderos y agrícolas, eran una plaga perseguible; ahora por los tiempos que corren, donde la juventud ha optado por ganarse la vida en centros urbanos o industriales, campan por si solos en los terrenos y praderías. Ya no son molestos para pastar los animales o estropear los cultivos. Ocurre que los depredadores tampoco son multitud y se reproducen sin nada que les moleste.

Vimos con abundancia gamones o Varas de San José. Podría definirse como unas hojas tensas con forma de la planta del aloe vera, elevadas y dando por si mismas la sensación de ramo. Del centro, un solo tallo verde se eleva por encima de sus hojas. Su color blanco en el final, lleno de pequeños pétalos, por darle una similitud, tiene aspecto de apagavelas alargado.

Nuestros "guíamigos", nos informan ante nuestro desconocimiento, que son flores de primavera, su raíz tiene forma de bulbo. Creo recordar que se utilizaban para diferentes usos. El bulbo por su cantidad de almidón, para hacer pan, las hojas para cestos, Ce comenta que también se le adjudicaban beneficios para el reuma, quizá sea por su componente en asfodelina, esta ha de cocerse para evitar la toxicidad. Según parece sus efectos saludables para la musculatura, entre otras, puede producir ese alivio.

Se pueden conseguir hoy alcoholes por fermentación, tiene un ph de 7´5, con lo que es eficaz para problemas de piel, también ahuyenta a los mosquitos, recordé a N. porque sé que todo bicho viviente alado se la come. Es diurético, laxante. En aquella subida empedrada parece que su vida se desarrolla perfectamente, con la poca la tierra pegada al pedregal dominante que la mantiene aireada y drenada.

Las margaritas abundantes, son madrugadoras en el césped o en estos campos naturales, pequeñas explosiones de blancura que rodean amarillos centros de polen. Ellas, que en nuestros años jóvenes, eran las que decidían nuestros deseos de gustar a nuestros amores, con ese “si me quiere, no me quiere”, donde el resultado daba una nota de alegría si era afirmativo. Cuando ibas creciendo engañabas a la suerte y disminuías la pregunta, “si, no, si, no”, con lo que fuera la respuesta que tú decidías siendo sí que te quería, siendo no, que no quería a ninguna o a ningún otro. De esta manera, la respuesta adornaba esa ilusión que por esa vergüenza casi infantil, evitabas hacer al interesado o interesada en cuestión.

Ahora utilizan sus pétalos para confeccionar ensaladas, en esta nueva cocina. Las recogen en primavera pues están más tiernas. Tienen en su composición, cantidad de aceites esenciales, para curar heridas, ampollas, quemaduras, artritis. Antaño se creía que al masticarlas, curaban ulceras bucales, cosa cierta. Es una flor que se resiste al cortado o siega, vuelve a salir de nuevo.

Otras pequeñísimas floraciones que abundan son las malvas, esta se denomina de bosque; uno de sus colores es un rosa brillante. Una vez abierta se pueden observar en el interior del cáliz, una proporción de componentes que dibujan un contorno precioso, rodeado de sus cinco pétalos y unos redondelitos elevados. En su máxima exhibición, de entre ellos, sube otro fondo en forma esférica, más claro, su color es llamativo y realzado por estar rodeado desde la salida del pétalo, por unas rayas más oscuras, se extienden perdiendo fuerza y tonalidad, finalizando en las tres cuartas partes de su largo. Estos son diferentes, originales, pues acaban en dos redondeados finales, parecen estar unidos desde su nacimiento, siendo en realidad uno.

Las hojas verdes, con tres extensiones, se parecen aunque más alargadas a las del árbol que rodea nuestra plaza o el paseo hasta La Acebosa, el plátano. He visto en otros entornos esta forma diferente, se pudiera parecer a las del geranio, pero si terminar su redondez. Se da cada dos años, sus efectos laxantes, expectorante, asmas y afecciones de las mucosas en general, picaduras y conjuntivitis.

Abundaban en el prado esos pequeños redondeles, que soplados desaparecen volátiles, se pierden con rapidez en el aire al ser impulsados. Nuestro entretenimiento de críos, era la pugna para ver quien era el que pelaba por completo de un soplido, aquella especie de algodones, independientes y pareciendo cada uno, trompetas acabadas en abiertos y vaporosas terminaciones. Me es imposible evitar pensar en
vestimentas interiores, coquetas, sensuales y suaves. Se llaman diente de león, se cierran al caer la noche y les gustan las alturas.

La subida nos era precedida por un señor que además de recoger mujeres caídas por los suelos, ir en busca de objetos olvidados y abrir el mejor camino, ejercía de fotógrafo, encontraba fósiles, (amonita junto con otros animales marinos), con lo que a aquella altura nos indica que la mar llegaba allí, ahora vista en la lejanía desde esa zona, teníamos en el paisaje una gran parte de la costa Cantábrica, los tejados de poblaciones distantes. Además de subirse o bajar a ver mejor, un árbol solitario bajo una peña, donde la vida en tan poca tierra y a merced del agua que en invierno le dará casi de pleno, persistiendo en solitario con sus raíces mínimas y la valentía vegetal en aquel recodo.

Quizá se sentía un poco en minoría. El resultado puede ser que se canse, pues multiplicó por tres nuestro trayecto. Algunos de estos llanos, podrían haber sido fácilmente zonas para ermitaños solitarios, según dice. Aislados en aquel imposible sitio rocoso y pendiente.

Estar en aquel precipicio liso, que una caída sería imparable, sin temor por mi parte, pero inevitablemente recordando mis pesadillas sudorosas, de altos riscos sin salidas, persecuciones abocadas a tirarse por aquellos abismos pétreos, sin otra escapatoria… En ningún momento martirizaron mi mente, pero aseguro que era una copia de afanes inquietantes en los sueños.

La vista en el lado contrario más directa por aquel cortado despeñadero, era si cabe más vertical, la panorámica impactante, repentina, a escasos 15 centímetros de dar el salto al aire. Ni en mis mejores fantasías hubiera imaginado, estar parada en semejantes cercanías a la profundidad desbordante del alto, es más la sensación que la real altitud.

Y allí tomamos un café de “pucheru” con leche de verdad, sí señor. La bebida caliente a pesar de un tiempo cálido, según dijo Ce en uno de los mejores cuatro días, que se pueden disfrutar como excelentes en el año para estas andanzas. Este tentempié vino dado de la mano de Ana también. Entre risas comentamos que un pequeño local hostelero, vendría bien en todas las cimas o cumbres. Como ocurre siempre, estábamos rodeados del paisaje, inmenso espectáculo allá donde dirigieras la mirada, con el sentido de libertad más acusado o de considerarse pájaro, que creo pudiera definir a Ce como una escaladora nata.

Conversaciones compartiendo filosofías familiares, de la edad y los cambios de necesidades, irónicas pullas dirigidas al sexo opuesto, pero conste que poco… Algunas aventuras de antaño sin conocer pistas o caminos, con perdidas en la noche, sin referencias de situación cargando un niño pequeño, donde algo de susto cabía en sus mentes, ante la noche a la intemperie o en otra con doce horas de marcha, agotados y la oscuridad acogiéndolos sin llegar a destino, con las consiguientes congestiones y descansos obligados; hasta las caminatas agrestes, que dan a mi ver, una facilidad y conocimiento de la posición en todo momento, guiándose perfectamente. Saben mucho ahora.

Miraba con ojo crítico otras cumbres o rutas, estudiando la posibilidad de recorrer en un futuro, con explanadas de montañas extendidas en su cumbre de 3 ó 4 Km., trasladándonos hasta ellas y percibir sus enseñanzas.

En aquel alto con un café cafeínado, oloroso, pacifico, apoyadas nuestras posaderas cómodamente sobre las piedras, con el sol acariciando la espalada, recuperando fuerzas de tanta experiencia nueva, respirar la panorámica, observar el vapor de la fragancia cafetil, perder la vista en descansado mirar, casi ignorando la propia vida, en aquel lugar con lo justo de todo, en el momento adecuado, descansados, risueños e incluso carcajeantes, cumpliendo la necesidad de relajación que en otras ocasiones, encontramos en apoyos profesionales o farmacéuticos.

Estás solamente tú, sin lastres o amarres. Ni siquiera tus compañeros cuentan, sobre todo en esos pequeños silencios, a tanto que ni las aves ejercitaban su trinar. Explicó el guía que podría deberse a un cambio de tiempo, de nuevo decían que la calima enturbiaba la vista, a mi parecer tenía ese punto en matices pastel, que da reposo.

Qué difícil puede resultar adjudicar posición a las viviendas y poblaciones.

Nos acercaron a un lugar más alto y despeñado, una vez recuperadas las fuerzas el vértigo era dominable, quizá el gasto de minerales en la subida, acusaba esos vahídos al llegar, la fruta, el café y el chocolate ayudaron a la recuperación.

Comenzamos el descenso por una enmarañada y abundante zona de escajos, garavitos o argumales pinchadores, estos eran empleados cuando secaban, se convertían en aceleradores para encender la lumbre, en el llar o en aquellas cocinas llamadas económicas, con madera o carbón. Algún brezo, rajas, bardas o jaras, parecidas a lianas de la salvaje selva, estas rastreras te atrapaban por los pies, sorprendiendo con su abrazo, interrumpiendo la marcha. Buscan el camino de hacer base para la subida de todas ellas en bardales y muros vegetales fuertes e infranqueables. Sus brotes tiernos y frágiles, nos los comíamos pelados de pequeños.

Parece que el equilibrio ayudado por la fuerza de gravedad, nos mantiene estables, apoyando como vemos hacer a los guías sus pies, para descender sin que sufran en exceso las rodillas o los músculos del muslo.

Salimos de la finca por un fácil cerrado, pero mi pierna aún tiene poca elasticidad, ayudada por mi mente obtusa, salgo al revés ante la sonrisa comprensiva de los demás y por supuesto en la salida más cómoda, caí cual mole descarada en el lugar más húmedo, todo lo que era de larga, situación habitual pero esta vez hasta cómoda, no me hice daño en aquel barro generoso que no me manchó siquiera. Sé como caí pero el izarme fue escopetado, de tal manera que no recuerdo ni como, creo que me ayudaron. Por si acaso, gracias.

Nos dirigimos a descubrir algo que a fuerza de estar a la vista de todos, nadie valora o reconoce. Un acueducto de dos mil años de antigüedad, con una anchura de aproximadamente un metro, colocadas sus grandes o diminutas piedras, de tal guisa que permanecen a día de hoy inamovibles, parece que tiene una masa que pudiera ser mortero según nuestra guía, fuerte, robusto.

Se construyó salvando y aprovechando desniveles. Por medio de un tubo interno de cerámica, pasaría por su interior el agua. Este circuito se construyó formando cañerías, introducidas unas en otras en pequeños tramos, buscando milimétricos desniveles y en las subidas acusadas, quizá emplearan vasos comunicantes. Es una belleza con tramos al descubierto.

Los historiadores y algún concejal interesado en estos tesoros arqueológicos, lo salvan “in extremis” de ser destruidos en aras del desarrollo. Bajo esta fortificación acuífera, se ven cada pocos metros agujeros a nivel de su asiento, orificios en previsión de lluvias torrenciales, para evacuar sin daño o empuje este agua a su través.

Sabed que ser espectador de este tramo histórico hace escalofriarse, es el tiempo parado ante ti, una parte de la historia palpable.

Algo que se ha leído pero que casi no imaginas hasta verlo real. Otra sensación es que los grandes descubrimientos u obras de la arquitectura o ingeniería, básicamente siguen partiendo de esas antiguas raíces, a pesar de que caminamos a una velocidad impensable hacia ese futuro que es ya presente.

Las piedras llamaban la atención, juntas, niveladas, provocando ante los siglos su entereza, sirviendo incluso hasta el medievo, construcciones longevas, prácticas, recorriendo kilómetros, sin molestar el paisaje de entonces. Pensar que lo hicieron a base de limpiar toda aquella vegetación natural o bosque cerrado, adaptando los niveles necesarios para aportar el líquido elemento a muchas localidades de la comarca, eran hombres fuertes y duros, acostumbrados desde chiquillos a endurecerse y ser resistentes. Eso con la obligación y obediencia hacia los gobernantes o dirigentes de turno.

Salimos en busca de una pista caminable hacia un entorno natural, pero se veía la dificultad y cerramiento de la entrada. Otra vez será. Además el tiempo se venía encima.

Gran día para recordar, descubrimientos y entornos tan cercanos que asombran. Noté que estábamos proclives a pasarlo bien, había relajación y esa predisposición que se convierte en realidad. Se llega a casa con el interior acomodado, sin cansancio y agradeciendo ese bienestar.

Saber que tuvimos esos orígenes en nuestros ancestros, todos.

Más que todo, queda dentro esa impresión de paz.


Un lugar.

Una primavera.

Unas personas y Lines. Nada más.

2010

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante salida, disfrute, compañía, naturaleza,y una excelente vista de los acontecimientos, plasmada como bien lo haces tu.
Besos
Veronica!

Flor dijo...

Lo dicho viendo la foto, un poco mas abajo es donde voy yo los domingos que hace buen tiempo,y subiendo un poco mas arriba se contempla ese maravilloso paisaje,mira por donde tenemos muchas mas cosas en común de las que pensamos y encima cuando te leo me inspiras,no se puede pedir mas,besitos