jueves, 15 de octubre de 2009

CONTRAANÁLIS, BICICLETAS Y DISCULPAS

Con tu permiso Uve, lo primero que haré será disculparme con Jane. Ayer tarde a una hora determinada, habíamos quedado para contactar, pero en ese devenir de situaciones, a pesar de que siempre estas entrevistas suelen ser mi prioridad, padecí una pequeña crisis y mientras lo solucioné, pasó el horario que teníamos previsto.

En casa me comentaron que habías preguntado por mí, desde entonces estoy inquieta, quizás este plantón te disgustara, con razón porque ni siquiera te avisé cuando mejoré. Dicen que alguna vez es bueno tener diferencias y casi discutir, que eso refuerza las amistades u otras relaciones, estoy en desacuerdo. El mal rato que se pasa en espera de solución, ignorar hasta que punto has dañado a la otra persona, pensar que quizás si a nosotros nos hicieran algo así, nos dolería. Pienso que ya me siento reforzada tan solo en pensar en ello, no me hace ninguna falta llegar a más en el supuesto enfado, es más espero que cuando leas esto, la cosa esté descargada de “malcafé”, (Una forma de evitar decir mala leche que está feo).

Quiero estar rápida en llamarte y aclararme, porque aunque las cosas con el tiempo pasan, prefiero apartarlo cuanto antes de esta amistad. Por cierto, la semana está revuelta, estoy de morros con una de mis hijas, lo de siempre, bajo mi experiencia la digo una cosa y ella con su vitalidad la da la vuelta, grrrrr, resultado: Esperar a que se me ocurra una forma de conectar de nuevo, que sea lo justo de explicarme y si es posible, que ella lo comprenda…o quizás sea yo la que yerra.

El día comenzó con cierta zozobra, pues los resultados de una analítica fueron un tanto desagradables y preocupantes, al ponerme en contacto con ellos, decidieron repetirlo bajo unas preliminares normas de reposo controlado. Mientras esperábamos el diagnostico, observaba a los demás pacientes, Algunos con edades avanzadas acompañados de familiares, otros nerviosos o impacientes, algunos con ese aspecto de conformidad y calma, los más algo tensos, como mi caso.

Es peculiar observar, se nos pone delante de nuestros ojos, lo que es la misma vida, todas las edades, vivencias que se reflejan en sus caras o aspectos, lectores o intelectuales, gentes que tienen en su piel el trabajo al aire libre, maleducados, los menos afortunadamente, alegres, cansados. Todos dependiendo en ese caso de lo que se decida o convenga, dicho por entendidos sanitarios en la materia, o sea, dirigidos al fin y a la postre, es lo mismito que el resto de nuestra cotidiana existencia, política, economía, civismo, retratado en un pequeño habitáculo de una sala de espera.

Al cabo de poco, me recibieron con atención, siempre ha sido así, sopesaron el tema y me dejaron con la tranquilidad puesta. Ese tipo de resultados se observan hasta en los atletas profesionales, después de un esfuerzo, en este caso convergen muchas coincidencias, con lo que seguramente será algo liviano y tranquilizador. Mientras, esperaré ese resultado para confirmar, pero mi ansia e intranquilidad casi se ha esfumado, contando además que los resultados generales, eran inmejorables. Lo primero, dejar constancia de la buena nueva a la persona que sabía de esta… digamos angustia y regresar con contentura.

Estos altibajos, me dan una ventaja, me explico, hacen que valore de nuevo la vida, para intentar sacar aún más el jugo del disfrute, tomar en serio la salud que tengo, debo de cuidarla para que la vida sea larga o mejor, compartir, reconocer hasta la sencillez del hilo de la tela de una araña, seguir respondiendo mis porqués. Conservar vivencias y aprender la positividad de todas ellas, valorar aún más a quienes tanto me quieren, aunque no se sepa la razón, es más se quiere y punto, pero me creo poco merecedora de ello, el aire libre o incluso el contaminado, la naturaleza, los libros, el arte, el trabajo, el descanso, el silencio y el alboroto de la alegría. Que manera de intentar explicar “la misma vida”. Si diría mi “güela”, “tantu cuentu pa ná”, pues eso.

Encaminados al hogar, estaba pensando en la comida que había preparado, si la cosa pintaba mal, para que degustándola tuviera algo que disfrutar y si las cosas pintaban bien, para celebrarlo. Eran unos moritos, con arroz cocinado aparte, los primeros de esta temporada, acompañados de zanahoria, cebolla, ajo, trocitos pequeños de calabacín, chorizo, morcilla de calabaza, panceta, aceite, pimentón y sal. ¡Vive Dios que merece la pena!, en pequeñas dosis pero eso no evita semejante placer, mientras lo saboreaba, me decía constantemente, que la vida es lo mejor y valoraba todo lo que me ha tocado. Tan solo son ricos aquellos que no quieren nada, viviendo sus momentos, sus pocos o sus muchos, queriendo a los suyos, eso intento conseguir.

Antes de llegar a casa, pasé a felicitar a una persona en su cumpleaños, besos a ella y a todos los que se encontraban allí, eran todos cercanos o apreciados. Y por cosas de la vida, se habló de mi abuela, siempre la recuerdan como una persona buena, acogedora y simpática, es la única herencia que yo he deseado, ser alguien así o parecido, porque somos originales y gracias a Dios, aún la clonación está lejos. Salió sin saber como la bicicleta a colación, (Coincide con eso del contraanálisis, jejeje), se recordaron enseguida primeros momentos de intentar andar y sostenerse sobre ella.

Alguien dijo, pues yo recuerdo a tus abuelos, en una ocasión ayudando a la hoy pariente, tu abuelo me dijo: Sosteniéndola tu, no aprenderá a hacerlo sola. Me le estoy imaginando, era todo lo contrario en carácter a mi abuela, grande, fuerte, serio, correctísimo en su español, con una voz grave e impresionante, que pretendía ser justo aunque el resultado ante los demás, fuera de alguien duro. Hablaba de la misma forma a mi abuela, pero ella le tenía cogido el tranquillo y se salía con la suya, siempre entre risas con nosotros, un poco a espaldas de esa severidad.

Recuerdo algo de pequeña, algún vecino pasó por allí y la comento: Melia, que gallinas más hermosas tienes, ¿que las das? Ella respondió con media sonrisa dibujada, intentando no reírse y que la broma se descubriera, pues verás, “masajes de papu”, su interlocutor se quedó con cara de extrañeza, ¿…?. Si hombre, les doy buena maíz y al tragarla se le mueven por el grosor… los papos, risas de los dos y ahora mías, porque andando el tiempo recogí por fin la broma, eso nos lo decía cuando andábamos maluchos o débiles.

Pues bien, sobre los vehículos de pedales, se recogieron las formas en que cada uno aprendió, algunas eran tan pequeñas, que se metían debajo de la barra de las bicicletas preparadas para hombre o por darle similitud, como los de los ciclistas profesionales. Otros con ruedas colocadas a los extremos de la de atrás, para dar estabilidad al chiquillo, a mi por ejemplo me soltaron cuesta abajo, por un lugar lleno de las ramas de manzanos, por tanto me tocó espabilar y aprender o me seguía comiendo parte de aquellos árboles, en esta forma cuesta abajo, aprendieron más de los que allí estábamos.

Una vez que pensábamos, que éramos unos grandes veteranos en esa materia, los experimentos de correr, saltar, algunas caídas con las consiguientes y abundantes raspaduras, además las callejas eran caminos llenos de piedras y grijilla, con lo que allí se comentaba, tuvieron que sacárselas de la piel. Levantar las piernas de los pedales, sin manos en el manillar,sin “dienftess”, jajaja, que eso ocurría más de una vez. Épocas infantiles, aprendizajes, que hasta la obligación se convertía en juego, aventuras que ahora nos parecen de risa, crecer y crecer, sin detenerse en cosas de adultos, los niños son la diversión de la vida, porque sí.

Bien Uve y Jane, ser un poco niño, nos refuerza, da la curiosidad y la sonrisa de encontrar la respuesta, ser feliz con poco, despertar con la necesidad de moverse, recibir o dar los besos y abrazos de los amigos, la familia, donde los enfados solían durar lo que el bocadillo de aquel pan blanco con chocolate de hacer, querer sin pedir explicaciones. Descubrir siempre descubrir, tomar el sol, el aire, curar un animalillo, subir a un árbol y sentirse el rey del mundo, dormir profundamente, reír a carcajadas, ser travieso, sorprendente en sus respuestas, lealtad, inocencia… Alguna vez lo conseguiré, ser adulto con las buenas cosas del niño, aunque lo de la inocencia es más difícil, hasta entonces os doy ese abrazo infantil, limpio, que si que he conseguido poder ofrecerlos.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
14 de octubre de 2009

1 comentario:

Anonymous dijo...

Lines,

Dejo un abrazo cálido y sincero, correspondiendo a los tuyos, y decirte, que nunca dejarás de sorprenderme.
Besos
V.