Hola Uve y hola Jane, yo tenía claro que las definiciones del faro estaban ya terminadas, por eso tenía la idea de que era innecesario darle más vueltas. Aunque desde pequeña para mí era como una deuda, ver el faro de cerca o simplemente entrar en el recinto. Por cierto, siempre que decido algo, como en este caso sólo disfrutar de mis visitas, ¿el destino?, consigue que recapacite y al final casi me siento obligada hablar de él, aparte de que esta era mi tercera visita. Llegamos con un día que auguraba tormenta por los cuatro costados, sin paraguas ni otra protección, animadas por la curiosidad y la compañía que tengo en estos días, de indagar el turismo propio y local.
Era impresionante ver esos cielos cerrados y semi oscuros, allá a lo lejos se divisaba la tormenta, estaba repartida en tres zonas delimitadas, tenían la apariencia de cortinajes o telones, caían por supuesto desde el cielo. En cada uno de ellos, se veían rayos que amerizaban y daban la sensación de temor, también se veía en la superficie el camino de esos nubarrones, agua, viento y relámpagos. Se trasladaban indudablemente hacia la costa. Es una maravilla ver desplazarse la tormenta por la mar, creo que es en el único sitio donde se marca el camino, por el cambio de color y el pequeño movimiento que imprime el viento.
Los barcos que están en el líquido elemento o “el pozu”, como algunos le llaman, han de tener suerte y mucha sangre fría para capear este tipo de tormentas, el barco ha de ser el único aislante ante la electricidad natural, todo lo demás transmite como conductora esa energía, ha habido casos en que los rayos han dado en las antenas y se han hundido los barcos. Mis miedos sobre temas de la mar y riesgos de esa actividad, se convierten en mi cabeza en pesadilla viva y real. Dicen los marineros que donde el buey vive, es más fácil defenderse pero allí en la inmensidad, ¿Dónde te agarras o te proteges?, todo lo que te rodea menos la embarcación es el agua.
Mientras opté por disimular esta angustia y disfrutar de aquel paisaje en lo alto de la Punta de la Silla, que es el lugar de situación del faro. Mar y cielo, nada más, algo de aire, el ruido de los truenos, escalofríos y la sensación de que irremediablemente, al volver de la visita, nos íbamos a mojar seguro. Entramos en el recinto y nuestra sorpresa fue que, en lugar de los efectos de museo marítimo, estaban colocadas unas sillas y una mesa tipo conferencia. Cuando pretendíamos divisar como estaba el paisaje desde las ventanas hermosas del faro, nos transportaron amablemente hacía ese salón, con lo que se nos antojaba que nuestra visita, estaba siendo manejada y nos temimos que quizás la conferencia en cuestión, podría bien ser un tostón.
Pero no, craso error, aquello se convirtió en algo instructivo y entretenido. Se trataba de la presentación de un libro, sobre la aventura del Pájaro Amarillo, avión que después de cruzar sin aterrizar el océano Atlántico desde América, llegó a nuestra costa por cuestiones de falta de combustible. Según nos vendían en ese coloquio, se trata de una aventura real de tres franceses, que se propusieron volar sin repostar, desde la costa americana hasta Francia. Fue el primer viaje con radio a bordo y en portar un polizón, todo esto sucedió en el año 1929, tardaron unas 30 horas.
El avión estaba por supuesto, construido en madera y nos daba la impresión de su fragilidad, ante el recorrido de casi 6.000 km, parece mentira que llegaran, era la cuarta travesía sin escalas del paso por el Atlántico, se trataba de personas con muchísimas ganas de aventuras. Antes y después de ellos, se sucedieron otros viajes que acabaron con las vidas y desaparición de muchos pilotos. Los tripulantes comentaron en alguna ocasión, que si fallecían en el intento se le llamaría locos y si lo conseguían, héroes.
Es un relato, que se recopiló con datos e informes franceses en su mayoría, algo lógico puesto que el aeroplano, el motor, los tripulantes y el aterrizaje en sus playas, que era la previsión de esta aventura, eran de esa nacionalidad. El aterrizaje se produjo en la parte de playa de Oyambre, que pertenece a San Vicente pero el evento pertenece a otros dos ayuntamientos Comillas y Valdáliga. Una curiosidad que me han dicho, fue que debieron de dejar protegido y vigilado el avión durante la noche, porque de aquella era una costumbre ancestral y era susceptible de ser desmontado y repartido entre algunos habitantes del lugar, como en cualquier naufragio.
En España se recogió como algo insólito, sobre todo en estos lugares, se convirtió en algo parecido a una romería, incluido baile, pero casi no tuvo referencia documental. Lo que si se hizo, fue proporcionar por medio de otra aeronave, desde Getafe (Madrid), el combustible especial para seguir rumbo a Francia. Los pilotos que lo trajeron se llamaban Teodosio Pombo y Julio Antón, igualmente trajeron felicitaciones del Gobierno Español. Antes llegaron otros grandes aventureros, los pilotos españoles, Ignacio Jiménez y Francisco Iglesias, con el avión "Jesús del Gran Poder", estos recorrieron del 24 al 26 de mayo el Atlántico Sur, entre Sevilla y Brasil.
Este día ha sido como en bastantes ocasiones, algo que por casualidad nos sucedió, estuvimos a gusto y por supuesto compramos el libro, hicimos algunas preguntas al editor, con respecto a los nombres de las referencias y contactos del avión por radio. Nos aclaró que se trató de dos barcos, el primero que supo de ellos fue, el Villa Blanca y el otro el Niagara, entre otros. La autora dedicó nuestros ejemplares y salimos de allí sin esperar al pequeño refrigerio que les esperaba a la salida de esta inesperada vivencia, al menos para nosotras.
Reconocí a muchas personas, eso me alegró, sin embargo nosotras estabamos allí, casi sin proponérnoslo, buscando otras historias, de nuevo la casualidad o causalidad, nos ha facilita conocimientos y situaciones agradables.
Ver y sentir los momentos en que la naturaleza se prepara para la tormenta, ha sido increíble, desde ese alto, ignorando la construcción a nuestras espaldas del faro, era casi estar frente a la naturaleza, sin posibilidades de escape. Imaginaba a los marineros de mi tierra, enfrentándose o padeciendo en esa mar inmensa, a los riesgos y peligros de esos días y noches tormentosas, en esos barcos, que aún siendo enormes y supuestamente seguros, tan solo son una gota de agua en la enormidad de los mares.
Desde mi seguridad en la costa, se podía ver claramente la belleza de este espectáculo, la oscuridad enmarcada de los reflejos de descargas brillantes, parecían raíces de árboles, a veces incluso telas de araña, sobre todo cuando aparecían a la vez varios de ellos, el ruido imponente de los truenos, el camino que tomaban hacía nosotros. La posibilidad de guarecerse y observar desde esos grandes ventanales que han dejado en el faro, sin riesgo a padecer los rigores de lo que se acercaba, era desde luego, la imagen y sensación más inaudita para nuestros ojos.
Tan solo con tener la posibilidad de estar en ese lugar, ya merece la pena subir, el olor a salitre, a higueras, a hierba cortada, a tierra que en días de tormenta emana olores a eso, a tierra mojada, sobre todo allí que la habían movido para dejar paseable el entorno, era algo que hacía tiempo no disfrutaba, ¡ah el faro, mi faro!... Ese que guiaba los barcos con su fuerte e intermitente luz, la referencia para la llegada segura a puerto o con la alarma acústica para la niebla, esa neblina que impide ver unos pocos metros nada más y que es tan peligrosa porque no se divisa ni la costa, luces ni otros barcos. Sí, ese ruido sordo y constante que te pone el bello de punta, se oye desde infinidad de kilómetros tierra adentro, a veces llegando en coche desde la carretera, se empezaba a oír a pesar del ruido del automóvil.
El lugar donde siempre quise entrar, rodeado de diferentes árboles, flores, el camino marcado hacía la entrada de la puerta, las gaviotas, las gentes que estaban muy cerca cuando arribaban las algas, se recolectaban a la orilla del cercado, sacándolas con unas poleas desde abajo, las cargas que otros ponían en fardos o pilas, subiendo por aquel risco empinado, qué trabajo increíble. Lugar de enamorados y románticos, de paseos relajados, sitio donde se dejaban las tristezas o se suspiraban alegrías, ese ruido de las marejadas imponentes, chocando las olas en aquellas ensenada llamada la cala o seno de la Silla.
Allí íbamos al cuidado de nuestras maestras en la primavera a recolectar lapas y caracolillos, bajando con muchísima precaución, por una especie de escalones sacados por los “ocleros”, para poder subir y bajar por ellos, a fuerza de bajar por ese desnivel, se endurecieron con esa forma. Los paseos con mis hijas pequeñas, las meriendas con el apetito acrecentado por el aire libre y el ejercicio de juegos infantiles, la curiosidad de tantos animalillos como se veían en aquel lugar, con las preguntas curiosas de niñas. ¿Mamá y porqué esto, y porqué aquello?, a veces me era complicado responder a tantas y acertadas preguntas.
Este es un paseo cuesta arriba, que poquito a poco te enseña paisajes a medida de la altura, que cambian y logran dar flases de diferentes instantáneas. Antes de llegar al recinto, se encuentra una piedra en la curva, con unas letras grabadas, que se podría tratar en algunas hipótesis, de un tesoro histórico.
Unos dicen que fue en tiempos un turista, con habilidades artísticas. Otros dicen que pudieran ser de algunos griegos de antaño, llegados por tierra desde el Mediterráneo o por mar a esta costa. Se basan en que estas letras son del griego antiguo y quiere decir “La mar”, la verdad es que poseen una perfección en su grabado que llama por si solo la atención. Ahora está partida en dos, debido a que alguien trató de levantarla con una pala y cedió. También alguien me comentó, que pidió información a la Universidad de Cantabria, pero no había constancia de ser histórico. Agradezco la información de estas personas y procuraré seguir en contacto, saben montones de datos históricos.
A ella se dirigen a fin de curso, las yincanas y pruebas de los estudiantes del instituto José Hierro. El faro, que lugar, hablar de esta construcción, es tanto como pretender trasladar la vida de cualquier persona al papel, improbable conseguirlo, cada uno tiene unas vivencias diferentes y ese paraje es quizás parte de casi todos nosotros, de algunos momentos inolvidables y seguro que se han depositado allí algunos sentimientos. Los marineros por supuesto, son los que realmente le dan el valor práctico, desde hace muchos años, no olvidemos que la Torre de Hércules, es un faro de hace más de 2000 años o el de Alenjandría, pero segura estoy de que al divisarlo, les proporciona esa seguridad y la cercanía al hogar.
Por cierto en esa zona descubrimos una tomatera, que estaba allí de forma silvestre, son de esos pequeños tomates denominados “cherris”, (Este nombre me le ha deletreado por teléfono Jane, gracias), son pequeñitos y se utilizan en la nueva cocina, casi más como adorno que como delicia. He de decir que estos, que por supuesto probé, tiene una piel que más parece una película suave, casi inexistente, es lo justo para que no se escape su carne y jugo, son deliciosos, jugosos y sabrosos, los he comido en muchos sitios pero nunca tan ricos.
Salimos raudas para evitar mojarnos, aunque te puedo asegurar Uve, que era lo más fácil, pero de nuevo la suerte nos dio la posibilidad de bajar protegidas en un coche, un conocido nos ofreció amablemente el viaje de retorno a casa. Llegamos sanas, salvas y secas, que a chicas de nuestra edad, nos conviene poco estas vicisitudes, por tanto ha sido algo oportuno y sano, jejejeje.
Sin más queridas amigas, tan solo quedar con Jane para una visita a este lugar y a ti Uve, dejarte con la miel en los labios y retarte a venir por estos lares en alguna ocasión, fíjate podríamos formar un grupo ya grande con todas mis personas preferidas, después podríamos celebrar alguna comida e intercambiar vivencias. Hasta entonces, un abrazo rodeado del aire de esta mi costa.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
21 de septiembre de 2009
Era impresionante ver esos cielos cerrados y semi oscuros, allá a lo lejos se divisaba la tormenta, estaba repartida en tres zonas delimitadas, tenían la apariencia de cortinajes o telones, caían por supuesto desde el cielo. En cada uno de ellos, se veían rayos que amerizaban y daban la sensación de temor, también se veía en la superficie el camino de esos nubarrones, agua, viento y relámpagos. Se trasladaban indudablemente hacia la costa. Es una maravilla ver desplazarse la tormenta por la mar, creo que es en el único sitio donde se marca el camino, por el cambio de color y el pequeño movimiento que imprime el viento.
Los barcos que están en el líquido elemento o “el pozu”, como algunos le llaman, han de tener suerte y mucha sangre fría para capear este tipo de tormentas, el barco ha de ser el único aislante ante la electricidad natural, todo lo demás transmite como conductora esa energía, ha habido casos en que los rayos han dado en las antenas y se han hundido los barcos. Mis miedos sobre temas de la mar y riesgos de esa actividad, se convierten en mi cabeza en pesadilla viva y real. Dicen los marineros que donde el buey vive, es más fácil defenderse pero allí en la inmensidad, ¿Dónde te agarras o te proteges?, todo lo que te rodea menos la embarcación es el agua.
Mientras opté por disimular esta angustia y disfrutar de aquel paisaje en lo alto de la Punta de la Silla, que es el lugar de situación del faro. Mar y cielo, nada más, algo de aire, el ruido de los truenos, escalofríos y la sensación de que irremediablemente, al volver de la visita, nos íbamos a mojar seguro. Entramos en el recinto y nuestra sorpresa fue que, en lugar de los efectos de museo marítimo, estaban colocadas unas sillas y una mesa tipo conferencia. Cuando pretendíamos divisar como estaba el paisaje desde las ventanas hermosas del faro, nos transportaron amablemente hacía ese salón, con lo que se nos antojaba que nuestra visita, estaba siendo manejada y nos temimos que quizás la conferencia en cuestión, podría bien ser un tostón.
Pero no, craso error, aquello se convirtió en algo instructivo y entretenido. Se trataba de la presentación de un libro, sobre la aventura del Pájaro Amarillo, avión que después de cruzar sin aterrizar el océano Atlántico desde América, llegó a nuestra costa por cuestiones de falta de combustible. Según nos vendían en ese coloquio, se trata de una aventura real de tres franceses, que se propusieron volar sin repostar, desde la costa americana hasta Francia. Fue el primer viaje con radio a bordo y en portar un polizón, todo esto sucedió en el año 1929, tardaron unas 30 horas.
El avión estaba por supuesto, construido en madera y nos daba la impresión de su fragilidad, ante el recorrido de casi 6.000 km, parece mentira que llegaran, era la cuarta travesía sin escalas del paso por el Atlántico, se trataba de personas con muchísimas ganas de aventuras. Antes y después de ellos, se sucedieron otros viajes que acabaron con las vidas y desaparición de muchos pilotos. Los tripulantes comentaron en alguna ocasión, que si fallecían en el intento se le llamaría locos y si lo conseguían, héroes.
Es un relato, que se recopiló con datos e informes franceses en su mayoría, algo lógico puesto que el aeroplano, el motor, los tripulantes y el aterrizaje en sus playas, que era la previsión de esta aventura, eran de esa nacionalidad. El aterrizaje se produjo en la parte de playa de Oyambre, que pertenece a San Vicente pero el evento pertenece a otros dos ayuntamientos Comillas y Valdáliga. Una curiosidad que me han dicho, fue que debieron de dejar protegido y vigilado el avión durante la noche, porque de aquella era una costumbre ancestral y era susceptible de ser desmontado y repartido entre algunos habitantes del lugar, como en cualquier naufragio.
En España se recogió como algo insólito, sobre todo en estos lugares, se convirtió en algo parecido a una romería, incluido baile, pero casi no tuvo referencia documental. Lo que si se hizo, fue proporcionar por medio de otra aeronave, desde Getafe (Madrid), el combustible especial para seguir rumbo a Francia. Los pilotos que lo trajeron se llamaban Teodosio Pombo y Julio Antón, igualmente trajeron felicitaciones del Gobierno Español. Antes llegaron otros grandes aventureros, los pilotos españoles, Ignacio Jiménez y Francisco Iglesias, con el avión "Jesús del Gran Poder", estos recorrieron del 24 al 26 de mayo el Atlántico Sur, entre Sevilla y Brasil.
Este día ha sido como en bastantes ocasiones, algo que por casualidad nos sucedió, estuvimos a gusto y por supuesto compramos el libro, hicimos algunas preguntas al editor, con respecto a los nombres de las referencias y contactos del avión por radio. Nos aclaró que se trató de dos barcos, el primero que supo de ellos fue, el Villa Blanca y el otro el Niagara, entre otros. La autora dedicó nuestros ejemplares y salimos de allí sin esperar al pequeño refrigerio que les esperaba a la salida de esta inesperada vivencia, al menos para nosotras.
Reconocí a muchas personas, eso me alegró, sin embargo nosotras estabamos allí, casi sin proponérnoslo, buscando otras historias, de nuevo la casualidad o causalidad, nos ha facilita conocimientos y situaciones agradables.
Ver y sentir los momentos en que la naturaleza se prepara para la tormenta, ha sido increíble, desde ese alto, ignorando la construcción a nuestras espaldas del faro, era casi estar frente a la naturaleza, sin posibilidades de escape. Imaginaba a los marineros de mi tierra, enfrentándose o padeciendo en esa mar inmensa, a los riesgos y peligros de esos días y noches tormentosas, en esos barcos, que aún siendo enormes y supuestamente seguros, tan solo son una gota de agua en la enormidad de los mares.
Desde mi seguridad en la costa, se podía ver claramente la belleza de este espectáculo, la oscuridad enmarcada de los reflejos de descargas brillantes, parecían raíces de árboles, a veces incluso telas de araña, sobre todo cuando aparecían a la vez varios de ellos, el ruido imponente de los truenos, el camino que tomaban hacía nosotros. La posibilidad de guarecerse y observar desde esos grandes ventanales que han dejado en el faro, sin riesgo a padecer los rigores de lo que se acercaba, era desde luego, la imagen y sensación más inaudita para nuestros ojos.
Tan solo con tener la posibilidad de estar en ese lugar, ya merece la pena subir, el olor a salitre, a higueras, a hierba cortada, a tierra que en días de tormenta emana olores a eso, a tierra mojada, sobre todo allí que la habían movido para dejar paseable el entorno, era algo que hacía tiempo no disfrutaba, ¡ah el faro, mi faro!... Ese que guiaba los barcos con su fuerte e intermitente luz, la referencia para la llegada segura a puerto o con la alarma acústica para la niebla, esa neblina que impide ver unos pocos metros nada más y que es tan peligrosa porque no se divisa ni la costa, luces ni otros barcos. Sí, ese ruido sordo y constante que te pone el bello de punta, se oye desde infinidad de kilómetros tierra adentro, a veces llegando en coche desde la carretera, se empezaba a oír a pesar del ruido del automóvil.
El lugar donde siempre quise entrar, rodeado de diferentes árboles, flores, el camino marcado hacía la entrada de la puerta, las gaviotas, las gentes que estaban muy cerca cuando arribaban las algas, se recolectaban a la orilla del cercado, sacándolas con unas poleas desde abajo, las cargas que otros ponían en fardos o pilas, subiendo por aquel risco empinado, qué trabajo increíble. Lugar de enamorados y románticos, de paseos relajados, sitio donde se dejaban las tristezas o se suspiraban alegrías, ese ruido de las marejadas imponentes, chocando las olas en aquellas ensenada llamada la cala o seno de la Silla.
Allí íbamos al cuidado de nuestras maestras en la primavera a recolectar lapas y caracolillos, bajando con muchísima precaución, por una especie de escalones sacados por los “ocleros”, para poder subir y bajar por ellos, a fuerza de bajar por ese desnivel, se endurecieron con esa forma. Los paseos con mis hijas pequeñas, las meriendas con el apetito acrecentado por el aire libre y el ejercicio de juegos infantiles, la curiosidad de tantos animalillos como se veían en aquel lugar, con las preguntas curiosas de niñas. ¿Mamá y porqué esto, y porqué aquello?, a veces me era complicado responder a tantas y acertadas preguntas.
Este es un paseo cuesta arriba, que poquito a poco te enseña paisajes a medida de la altura, que cambian y logran dar flases de diferentes instantáneas. Antes de llegar al recinto, se encuentra una piedra en la curva, con unas letras grabadas, que se podría tratar en algunas hipótesis, de un tesoro histórico.
Unos dicen que fue en tiempos un turista, con habilidades artísticas. Otros dicen que pudieran ser de algunos griegos de antaño, llegados por tierra desde el Mediterráneo o por mar a esta costa. Se basan en que estas letras son del griego antiguo y quiere decir “La mar”, la verdad es que poseen una perfección en su grabado que llama por si solo la atención. Ahora está partida en dos, debido a que alguien trató de levantarla con una pala y cedió. También alguien me comentó, que pidió información a la Universidad de Cantabria, pero no había constancia de ser histórico. Agradezco la información de estas personas y procuraré seguir en contacto, saben montones de datos históricos.
A ella se dirigen a fin de curso, las yincanas y pruebas de los estudiantes del instituto José Hierro. El faro, que lugar, hablar de esta construcción, es tanto como pretender trasladar la vida de cualquier persona al papel, improbable conseguirlo, cada uno tiene unas vivencias diferentes y ese paraje es quizás parte de casi todos nosotros, de algunos momentos inolvidables y seguro que se han depositado allí algunos sentimientos. Los marineros por supuesto, son los que realmente le dan el valor práctico, desde hace muchos años, no olvidemos que la Torre de Hércules, es un faro de hace más de 2000 años o el de Alenjandría, pero segura estoy de que al divisarlo, les proporciona esa seguridad y la cercanía al hogar.
Por cierto en esa zona descubrimos una tomatera, que estaba allí de forma silvestre, son de esos pequeños tomates denominados “cherris”, (Este nombre me le ha deletreado por teléfono Jane, gracias), son pequeñitos y se utilizan en la nueva cocina, casi más como adorno que como delicia. He de decir que estos, que por supuesto probé, tiene una piel que más parece una película suave, casi inexistente, es lo justo para que no se escape su carne y jugo, son deliciosos, jugosos y sabrosos, los he comido en muchos sitios pero nunca tan ricos.
Salimos raudas para evitar mojarnos, aunque te puedo asegurar Uve, que era lo más fácil, pero de nuevo la suerte nos dio la posibilidad de bajar protegidas en un coche, un conocido nos ofreció amablemente el viaje de retorno a casa. Llegamos sanas, salvas y secas, que a chicas de nuestra edad, nos conviene poco estas vicisitudes, por tanto ha sido algo oportuno y sano, jejejeje.
Sin más queridas amigas, tan solo quedar con Jane para una visita a este lugar y a ti Uve, dejarte con la miel en los labios y retarte a venir por estos lares en alguna ocasión, fíjate podríamos formar un grupo ya grande con todas mis personas preferidas, después podríamos celebrar alguna comida e intercambiar vivencias. Hasta entonces, un abrazo rodeado del aire de esta mi costa.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
21 de septiembre de 2009
4 comentarios:
Querida amiga... me gustaría que por un momento me prestaras tus
ojos y tu sensibilidad, para ver y sentir lo bueno de cada dia.
Jane
Querida amiga... me gustaría que por un momento me prestaras tus
ojos y tu sensibilidad, para ver y sentir lo bueno de cada dia.
Jane
He volado en ese avión hasta el faro y me he quedado de piedra con tu relato,ademas de haber saboreado esos sabrosos tomates,pronto disfrutaremos en vivo de estos magnificos relatos,lo estoy deseando,besitos.
Lines,
Leerte..es pasear en tu compañía, por esos lugares y situaciones , que tan bien describes, le das tanto énfasis a lo que relatas, que se disfruta,se siente, y se vive de manera especial.
Un fuerte abrazo.
V.
Publicar un comentario