miércoles, 23 de septiembre de 2009

COMETÍ UN PECADO EN COMILLAS

Verás Uve, he de confesarme públicamente, ya que mi conciencia así me lo dicta.

La villa de Comillas es un recreo para los ojos, artísticamente sobre todo. Posee una gran parte de edificaciones de estilo modernista, con estilos increíbles del neogótico, neómudejar, muy bellas y trabajadas. Desde el Capricho de Gaudí, que es realmente algo diferente, tanto como que se lo construyó a su hija, parece realmente una casa de muñecas, colorida, con torres de princesa, almenas, jardín, con sus pasadizos y caminos, todo ello en pequeño, pero válido para vivir en ella. La verdad que es completo, pues posee varios pisos, incluida la planta baja, en donde se realizan los trabajos de mantenimiento real de la casa, cocina, cuarto de plancha, lavadero, habitaciones para el servicio, etc.

Pues bien, la Universidad Pontificia, el Ángel del camposanto y también parte de él, incluido el panteón del Marqués de Comillas, el Palacio de Sobrellano, casonas imponentes en estilo y abolengo, que pertenecen o pertenecieron a marqueses y demás nobles o personajes célebres, escritores, arquitectos y otros oficios que antaño eran poco habituales y que les daba cierta disponibilidad económica.

Tiene paseos dignos de practicar, naturales o urbanos. Hay uno que dirige los pasos hacia una parte alta del entorno urbano y nos sitúa frente al mar, el mirador de Santa Lucía. Desde allí se divisa el puerto y la playa, también se observan los dos puntos de luz que guían a los barcos a la entrada del puerto. Son dos con diferentes colores, el de la parte izquierda roja según se entra de la mar y el de la derecha verde, designa las necesidades de seguridad para la arribada al puerto. Son luces de enfilación y han de coincidir con las de la posición del barco. Estas luces de tierra siendo vistas desde alta mar, dan al patrón la lectura de su situación en el rumbo.

Es otra perspectiva que desde la parte llana, donde se encuentra el puerto y el espolón, por cierto subiendo unas escaleras, nos deja en la roca misma, con sus erosiones, un paseo natural. Se puede adivinar que con las marejadas se inunde de agua y espuma, debido al choque de las olas, tan cercana está al mar, su visita será más segura con tiempos de calma. Este lugar desde siempre, fue refugio de parejas en busca de intimidad y romanticismos, lo aseveran los recordatorios de nombres y corazones, al ser piedra blanda o arenisca, ya que es sumamente fácil grabar esos lazos y escritos de amores.

El turismo de esta localidad, siempre fue de cierta altura monetaria y clase social bastante importante; hoy día sigue siendo así, pero se distinguen también gentes que están dentro ya de las otras clases de la estadística, ahora se puede salir y vacacionar a casi todos los niveles y los visitantes comillanos son variados.

Desde luego, los divertimentos son de cierta cultura clásica musical u otras. Cada año ofrecen importantes conciertos, con personajes que tienen un renombre artístico, así se disfrutan de obras gran calidad y conciertos al aire libre en el Palacio de Sobrellano, de verdad que no tiene parangón. Tanto da que sea música clásica, canto, jazz o góspel, pues escuchar en ese entorno, con arboleda rodeándolo y el cielo por tejado, estrellas, luna, silencio, sentados en el prado, porque es difícil encontrar otro asiento, está todo hasta arriba. El tiempo estable e incluso caluroso, viendo en la lejanía y enmarcado por reflejos de luces y la misma noche clara, el antiguo seminario con algunas pequeñas encinas. ¡Dioses!, que festín para los sentidos, es innecesario ser romántico, te doblega esa serie de sensaciones, transporta el alma donde te lleven esas melodías y ese entorno, tan solo dejarse llevar…

Se pueden encontrar hasta veintitrés lugares importantes de visita, pero el urbano tiene cosas curiosas, por ejemplo unos auténticos árboles de plátano, con alguno de sus racimos de ese fruto tropical y delicioso, sus calles empedradas, sus gentes campechanas, que se explayan con sus dichos y acentos sin recato, con esa forma de hablar que da la sensación de cierta tranquilidad, fuerte sí, pero que parece serena y pausada a la vez.

Mientras esperaba la caída de la tarde, porque mi pecado ha de ser con premeditación, alevosía y el agravante de nocturnidad, vi en unos carteles algo sobre una exposición de pintura y de fotografía en el Ayuntamiento. Me pareció una idea excelente y después de recoger información sobre los futuros conciertos, decidí subir aquellas escaleras, que como me pasa últimamente, costó un triunfo.

La pintora se llama Carmen Manjón, y su estrategia de plasmar imágenes era un tanto original; tenía, es cierto, acuarelas y algún óleo, pero los demás estaban tratados con óxidos de cobre y ácidos, mezclados a veces con los aceites de colores. Estas oxidaciones producen formas pictóricas, los resultados son magníficos. Uno de ellos se titulaba “alambrada”, era una maravilla, color, profundidad, diferente, detalles increíbles, era como un amanecer donde la luz primera del sol, destacaba las estacas y el alambre de aquel cercado.

Hay dos tonos el ocre y el azul y en otras ocasiones algunos tejas, que estaban dando fondo con la oxidación, estos se consiguen con la incorporación de dos o tres capas con los ácidos, daban un toque de realismo en un entorno casi abstracto. La autora me dio con cierta satisfacción, una explicación somera pero completa de su forma de trabajo, estaba orgullosa del resultado, me indicó que en algunos de ellos, depositaba los óxidos y era las primeras formas o sombras que surjan, lo que la indicaba la obra a seguir.

Una vez admirado este nueva manera de plasmar la creatividad, dirigí mis pasos al piso superior, allí estaba la fotógrafa Elena Esther. La verdad que normalmente este oficio, suele dejar en mi mente la realidad. Aquí era otra cosa, que magnificas tomas de la luz en diferentes espacios y entornos. Esta mujer tenía la habilidad de conseguir el momento adecuado, para hacer sus instantáneas.

En la zona de Castilla, recogía esos atardeceres casi marrones y con tintes plateados, por cierto es una zona por la que pasa la ruta de la plata, parecían darle siglos de antigüedad, era como volver al Medievo, soledad, pocas viviendas, extensión y se veían algunas edificaciones que remarcaban por su antigüedad, ese atisbo de vejez. Una foto de unas barandillas de piedra, con sus detalles, adornos, pero lo más increíble fue ver en aquella imagen, como si la arena estuviera flotando sobre ella e igualmente en el ambiente, me aleccionó sobre ese tema, dijo que los efectos de la luz natural, consiguieron ese resultado. Ella misma se sorprendió del efecto al revelar la foto.

Las demás poseían unos colores sumamente fuertes, parecía que un pintor expresionista había dejado allí sus pinceladas, otra sorpresa. Esta señora tenía la habilidad de recoger lugares y rincones pequeños, algo que vemos pero ni notamos y al verlo reflejado nos admira. Una felicitación merecida igualmente para ella.

Baje las escalinatas para ver si la tarde ya tenía tintes oscuros, para cometer mi pecado, juzgué que aún estaba demasiado claro y posé mis ojos por una extensa librería estacional y móvil. Allí había de todo, era la gula hecha papel, los quería todos, algunos para leerlos en el futuro y otros porque eran sumamente baratos. Me pudo la precaución de no adquirirlos, porque cualquier día hundo el suelo de mi librería y caigo en el piso de mi vecina, también reconocí en ese momento, que tengo ya en casa demasiados por leer. Me alejé mirando hacia atrás con ciertas ganas aún, pero controlándome.

Al fin la noche daba sus tintes plomizos y el sol bajaba sus calorías, era el momento adecuado para mi falta pecaminosa. Hay dos lugares para cometerlo, uno de ellos se ubica en la Plaza del Corro, pero me pareció demasiado pública, demasiada gente que te puede seguir con la mirada, me era algo incómodo. Sabia de otro lugar, está más apartado, es casi un portal envejecido, está detrás de un pequeño almacén de telas, ese era el momento, el lugar y la ocasión perfecta, oscureciendo y la temperatura bajando. Casi nadie por los alrededores, mi pretensión no es esconderme, tan solo estar tranquila a la entrada y a la salida. Por fin entré, después de subir el escalón y pasar el umbral de la puerta, pedí lo que tanto deseaba, sin miedo y consciente, atendieron mi solicitud y preguntaron que tamaño era el que pretendía. Me dieron un tejido blanco para proteger, aboné el precio siempre antes de apreciar el género, pero sé que el resultado siempre es bueno y después del servicio ofrecido salí de allí, amparándome en las sombras.

Había que regresar al hogar, como si no hubiera pasado nada, con cara de buena a pesar del posible conflicto en mi conciencia. Quizás ni siquiera cene, el apetito se me está quitando, pero ¿Qué importa?...

Una auténtica delicia, si señora, un placer, salía con la satisfacción completa, que temporada más buena. Cuando abría la boca, para casi besar aquel corte de helado de nata, que además no se deshacía con el calor, lo justo de frío, lo justo de dulce, lo justo de suave, cremoso, blanco, tapado por esas dos galletitas de barquillo, crujientes y sabrosas.

Nadie pasaba y me era innecesario tener que saludar, sin interrupciones, disfrutando como nadie. La servilleta estaba aún inmaculada, no se desperdiciaría nada, todo para mí, despacio Lines, sin ansia, así durará más que es pequeño, era inevitable dar un mordisquito, pero el resto del helado lo tome a lambetadas. Merece la pena este desliz una vez al año o para celebrar algo significativo o simplemente para deleitarse, creí sentirme libre, olvidando mis reglas de salud.

Si Uve, tan agradable como el olor de la taza de café o el abrazo cariñoso y necesario, quizás el silencio oyendo el latir del corazón en el bosque, el escalofrío de ver la mar embravecida, el refugio al calor con la llegada del frío, el olor de la menta fresca salvaje o el del eucalipto joven, oír la música preferida, hay momentos increíbles a poco que nos fijemos. Hablé con Jane de este pecado y enseguida adivinó de que se trataba, como me conoce, en ese caso y en muchísimos otros, incluso estando lejos sabe de mis inquietudes. Espero que tu tengas la posibilidad de disfrutar de muchas situaciones así, hasta entonces Uve, un placentero abrazo esta vez.

Àngeles Sánchez Gandarilla ©
San Vte. de la Barquera
13 de septiembre de 2009

1 comentario:

dori dijo...

¡TE PILLE!disfruté el helado tanto como el merengue con el que pecabamos de crias.....te salvas por tu memoria pecadoraaaaaaaa,disfruto mucho con tus escritos ,besines Dori