domingo, 21 de noviembre de 2010

AROMAS EN LA VIEJA CASA




Nada mas entrar en la vieja casa percibió un olor a madera rancia; a pesar de estar bien cuidada allí se respiraba un aroma añejo.

Observó todo con detenimiento y miró una y otra vez aquellos armarios llenos de libros antiguos; le hubiera gustado tocarlos y palpar sus hojas desgastadas.

Deseó rozar unas vitrinas donde reposaban versos de poetas y amigos, del que fue dueño de esta casa, y cartas de los que un día escribieron sus sentimientos demostrando su amistad.

Quedó embelesada admirando todo, observando los cuadros colgados en las paredes, las pinturas que reflejan los momentos más gloriosos vividos entre esos muros y la historia del que un día vivió en ella.

En la vieja cocina estába la leña colocada, le apetecíae encender ese fuego y respirar el olor a madera quemada, sentarse en la gran mesa de roble y degustar una comida hecha al calor de las brasas.

Entre estos muros de piedra, hay depositados muchos recuerdos, las camas, los cuadros, los muebles... Todo permanece como si el tiempo no hubiera pasado; se respira un ambiente de melancolía mezclado con agradables fragancias.

Le gustaría adentrarse en el pasado e imaginarse sentada en el escritorio del poeta. Allí está la vieja pluma con la que escribió, al lado del tintero; le dan ganas de tocarla y aspirar los efluvios de esa escritura, con su olor intenso a tinta recién plasmada sobre el papel amarillento.

El sol se refleja sobre la mesa y los aromas de las flores del jardín mezclan su fragancia con los olores emanados de la casa.

Desciende por la escalera acariciando el balaustre, sus manos resbalan suaves al tacto de esa madera antigua, y aspira de nuevo los aromas que la casa desprende.

Una puerta abierta renueva el aire del interior, el viento sopla y se adentra dando frescura a la mezcla de perfumes que emanan. Allí quedarán, como si el tiempo se hubiera detenido, para siempre, mezcladas las fragancias y aromas de esta vieja casa.


Flor Martínez Salces ©
Noviembre-2010

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Que bonita la casa del poeta¡ Dolo