Es una de las actividades que se muestra en la mar, suelen originarse en forma circular en movimiento que absorbe por su centro cualquier cosa que gire en ese camino. Se forman por las corrientes y diferentes temperaturas o vientos.
A otros se les denomina revulgos, éste es el movimiento producido por algunos peces al subir a la superficie en busca de comida, golpean con la cola la superficie del agua produciendo un vacío y girando en pequeños torbellinos alrededor del impacto. Este fenómeno sucede también en los bajíos de la costa en bruscas elevaciones del fondo, llegando casi a la superficie, el movimiento de las olas al chocar contra ellas, produce un arremolinamiento del agua y el consiguiente movimiento circular encima de ese montículo a pocos metros de la superficie.
Otros son menores, sirven para apreciar su belleza y agitación en la misma ría, cuando las lubinas suben en su baile alimenticio.
Hay ocasiones en la vida que también tiene esos movimientos, en este caso ha sido así. Un devenir de sucesos, de sentimientos, de ayudas, quizá mareante ante la sucesión constante de ellos, sin explicación a este montón de acontecimientos adornados con intensas emociones.
He sentido marejadas de viento en rompientes y seguidas olas que descubren cantidad de personas con ánimo de ayudar y mantener en alza lo que ni siquiera yo, podría entender o soñar.
Escarpadas rocas que se derritieron dando de si mismos lo agradable de su interior, saludando o quizás con una palmadita en la espalda que reconfortaba, daba seguridad, sorprendida pues no lo esperaba de esas personas en cuestión.
Llamando a cualquier puerta por fuerte y grande que fuera, abriéndose de par en par, manteniendo esa entrada en libertad, recogiendo ese apoyo bienvenido.
Tocar incluso en los centros institucionales y sin mediar papeles siquiera, adornar la petición con ofertas que no imaginaba, reforzando la seguridad y la ilusión, generando la sensación de que tienen de nuevo esa carga de humanidad que parecía haberse perdido. Son esas aletías de las marejadas.
Todo se consigue llevado de las ganas y el sincio de sacar adelante proyectos o conquistas, amistades o logros de todo tipo.
Quizá mantener una energía positiva muestre el mejor camino a seguir, abrir puertas y seguir, culminar y aprender de las nuevas experiencias.
Somos pescadores de un mismo barco, todo lo pescado se parte y reparte, ninguno de ellos se detiene a valorar si pescó más o menos. Es para todos y de todos, eso que llaman “pescar a la parte”
Ha sido tan fuertes las sensaciones, que tuve el estómago como empachado de tanta historia positiva, de tanta gente amable, de tantos amigos volcándose en desear y ayudar en ese trabajo. Parecían querer sumar las mismas expectativas de esperanza en el buen resultado. Hasta ahora nunca había experimentado nada así; de tal manera que apenas necesité comida, estaba casi empachada y satisfecha con el alimento del cariño entregado. Con el sueño ocurría lo mismo, tres o cuatro horas me eran suficiente, sin embargo descansaba como jamás soñé descansar, tomando tierra desde la cama con la fuerza de una persona vital y sana, con apetencias de vivir y retomar la actividad sin demora.
La verdad que me asusté, todo había aparecido ante mí con claridad, seguridad y deseando de terminar esta historia para comenzar otra, mantener grande ese movimiento en redondo, un torbellino de buenas nuevas, girando entre cariño, amistad, familia o buenos deseos, infundiendo el coraje para seguir adelante, orgullosa de todos incluso con un punto de admiración en el altruismo general, al igual que nosotros, compartiendo algo nuestro, del lugar, nacido, acompañados y protegidos por el ánimo de todos. Es la pesca en el muelle de todos los barcos, brillantes, frescos, abundantes, mirando con orgullo el resultado de la jornada y del buen resultado.
Se notaba expectación y las ganas de que saliera bien, una extraordinaria y única ocasión en que todos se incorporarían a esta aventura en la Villa y de otros municipios, sin diferencias, unidos, sabiendo que no se busca fama, ni popularidad, tan solo compartir algo nuestro, del lugar, de nuestras costumbres y de la historia.
Sí, salir a la mar con la esperanza de esa pesca, alimento de todos.
Temo que una vez esta mar de apoyos se calme, quedará ese agua mansa y tranquila, quizá sea difícil soportar tanta mansedumbre, a lo peor pretendo vivir constantemente esta situación; aunque puedo afirmar que si dura mucho, tendré que cuidar mi salud mental y la otra, porque es un ritmo trepidante, vertiginoso, absorbente. Exalta todas las emociones, las pone por encima de la normalidad.
He llegado a la conclusión de que es mejor dejarse llevar, nadar a favor de corriente para tener la facilidad de introducirse cuanto antes en ese agujero succionador, saber por fin, si dentro de su panza, está la tranquilidad de lo bien hecho, la necesidad de comprobar si se sirve para este tipo de remolinos y seguir disfrutando de todos mis vecinos, que por arte de magia se han convertido en alrededor de medio siglo en ¡un torbellino de amigos!
He encontrado tantas personas buenas, amables y voluntariosas, que reconcilia con este mundo que parecía haberse convertido en insensible. Me había equivocado y es posible que por ello el asombro sea tan grande. Ha sido una vorágine que desestabilizaba, incluso, mareaba, quedando claro que este mundo es salvable aún. Sé de muchos que no pudieron disfrutar de todo esto, pero han servido sus buenos deseos en la lejanía. Son las cartas metidas en la botella del naufragio, el mensaje de que siguen ahí.
No se puede pedir nada más a la vida, bueno sí, un poco de salud para disfrutarlo.
La vida es incontrolable, en este caso para bien.
Torbellinos de sensibilidad.
Remolinos de compañerismo.
Revulgos en todos los aspectos de la vida, imperceptibles pero que sorprenden, tan solo hay que saber verlos en cada momento o en cada letra que escribes y su significado, o en la perfección de su trazado, ¿os habéis asombrado alguna vez cuando releéis vuestros escritos como explican esos sentimientos o fantasías? ¡Es un milagro reflejado en cada frase, sorprende lo que expresa, sorprende lo que los demás interpretan! Es el reflejo del cielo en el mar, sus colores y centelleos irisados, el cristal diáfano de enero que deja ver su fondo.
Desde mi remolino particular os abrazo, nadaremos en los giros de la vida, esa que sorprende y guardó cada segundo, maravillándonos del cariño recibido. Una inmensidad cristalina, una mar de ternura.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
28 de noviembre de 2010
A otros se les denomina revulgos, éste es el movimiento producido por algunos peces al subir a la superficie en busca de comida, golpean con la cola la superficie del agua produciendo un vacío y girando en pequeños torbellinos alrededor del impacto. Este fenómeno sucede también en los bajíos de la costa en bruscas elevaciones del fondo, llegando casi a la superficie, el movimiento de las olas al chocar contra ellas, produce un arremolinamiento del agua y el consiguiente movimiento circular encima de ese montículo a pocos metros de la superficie.
Otros son menores, sirven para apreciar su belleza y agitación en la misma ría, cuando las lubinas suben en su baile alimenticio.
Hay ocasiones en la vida que también tiene esos movimientos, en este caso ha sido así. Un devenir de sucesos, de sentimientos, de ayudas, quizá mareante ante la sucesión constante de ellos, sin explicación a este montón de acontecimientos adornados con intensas emociones.
He sentido marejadas de viento en rompientes y seguidas olas que descubren cantidad de personas con ánimo de ayudar y mantener en alza lo que ni siquiera yo, podría entender o soñar.
Escarpadas rocas que se derritieron dando de si mismos lo agradable de su interior, saludando o quizás con una palmadita en la espalda que reconfortaba, daba seguridad, sorprendida pues no lo esperaba de esas personas en cuestión.
Llamando a cualquier puerta por fuerte y grande que fuera, abriéndose de par en par, manteniendo esa entrada en libertad, recogiendo ese apoyo bienvenido.
Tocar incluso en los centros institucionales y sin mediar papeles siquiera, adornar la petición con ofertas que no imaginaba, reforzando la seguridad y la ilusión, generando la sensación de que tienen de nuevo esa carga de humanidad que parecía haberse perdido. Son esas aletías de las marejadas.
Todo se consigue llevado de las ganas y el sincio de sacar adelante proyectos o conquistas, amistades o logros de todo tipo.
Quizá mantener una energía positiva muestre el mejor camino a seguir, abrir puertas y seguir, culminar y aprender de las nuevas experiencias.
Somos pescadores de un mismo barco, todo lo pescado se parte y reparte, ninguno de ellos se detiene a valorar si pescó más o menos. Es para todos y de todos, eso que llaman “pescar a la parte”
Ha sido tan fuertes las sensaciones, que tuve el estómago como empachado de tanta historia positiva, de tanta gente amable, de tantos amigos volcándose en desear y ayudar en ese trabajo. Parecían querer sumar las mismas expectativas de esperanza en el buen resultado. Hasta ahora nunca había experimentado nada así; de tal manera que apenas necesité comida, estaba casi empachada y satisfecha con el alimento del cariño entregado. Con el sueño ocurría lo mismo, tres o cuatro horas me eran suficiente, sin embargo descansaba como jamás soñé descansar, tomando tierra desde la cama con la fuerza de una persona vital y sana, con apetencias de vivir y retomar la actividad sin demora.
La verdad que me asusté, todo había aparecido ante mí con claridad, seguridad y deseando de terminar esta historia para comenzar otra, mantener grande ese movimiento en redondo, un torbellino de buenas nuevas, girando entre cariño, amistad, familia o buenos deseos, infundiendo el coraje para seguir adelante, orgullosa de todos incluso con un punto de admiración en el altruismo general, al igual que nosotros, compartiendo algo nuestro, del lugar, nacido, acompañados y protegidos por el ánimo de todos. Es la pesca en el muelle de todos los barcos, brillantes, frescos, abundantes, mirando con orgullo el resultado de la jornada y del buen resultado.
Se notaba expectación y las ganas de que saliera bien, una extraordinaria y única ocasión en que todos se incorporarían a esta aventura en la Villa y de otros municipios, sin diferencias, unidos, sabiendo que no se busca fama, ni popularidad, tan solo compartir algo nuestro, del lugar, de nuestras costumbres y de la historia.
Sí, salir a la mar con la esperanza de esa pesca, alimento de todos.
Temo que una vez esta mar de apoyos se calme, quedará ese agua mansa y tranquila, quizá sea difícil soportar tanta mansedumbre, a lo peor pretendo vivir constantemente esta situación; aunque puedo afirmar que si dura mucho, tendré que cuidar mi salud mental y la otra, porque es un ritmo trepidante, vertiginoso, absorbente. Exalta todas las emociones, las pone por encima de la normalidad.
He llegado a la conclusión de que es mejor dejarse llevar, nadar a favor de corriente para tener la facilidad de introducirse cuanto antes en ese agujero succionador, saber por fin, si dentro de su panza, está la tranquilidad de lo bien hecho, la necesidad de comprobar si se sirve para este tipo de remolinos y seguir disfrutando de todos mis vecinos, que por arte de magia se han convertido en alrededor de medio siglo en ¡un torbellino de amigos!
He encontrado tantas personas buenas, amables y voluntariosas, que reconcilia con este mundo que parecía haberse convertido en insensible. Me había equivocado y es posible que por ello el asombro sea tan grande. Ha sido una vorágine que desestabilizaba, incluso, mareaba, quedando claro que este mundo es salvable aún. Sé de muchos que no pudieron disfrutar de todo esto, pero han servido sus buenos deseos en la lejanía. Son las cartas metidas en la botella del naufragio, el mensaje de que siguen ahí.
No se puede pedir nada más a la vida, bueno sí, un poco de salud para disfrutarlo.
La vida es incontrolable, en este caso para bien.
Torbellinos de sensibilidad.
Remolinos de compañerismo.
Revulgos en todos los aspectos de la vida, imperceptibles pero que sorprenden, tan solo hay que saber verlos en cada momento o en cada letra que escribes y su significado, o en la perfección de su trazado, ¿os habéis asombrado alguna vez cuando releéis vuestros escritos como explican esos sentimientos o fantasías? ¡Es un milagro reflejado en cada frase, sorprende lo que expresa, sorprende lo que los demás interpretan! Es el reflejo del cielo en el mar, sus colores y centelleos irisados, el cristal diáfano de enero que deja ver su fondo.
Desde mi remolino particular os abrazo, nadaremos en los giros de la vida, esa que sorprende y guardó cada segundo, maravillándonos del cariño recibido. Una inmensidad cristalina, una mar de ternura.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
28 de noviembre de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario