Estábamos esperando para hacer unos trámites ante una oficina, conste que los funcionarios no perdían el tiempo para nada. Estaban por allí unos niños que acompañaban a sus padres; en la espera, jugaban a ser mayores.
Apareció en el juego un tercero y preguntó en maneras de mayor:
-Buenos días señor Antón. –Todo ello después de saludarse estrechándose las manos y metiéndolas después en los bolsillos.
-Buenas Pedro, ¿qué hace por aquí?
-Pues ya ves jugando un poco para “matar el tiempo”.
¿Matar el tiempo? ¡Dios mío, matar el tiempo!, con la falta que me hace. ¿A quién se le ocurriría esa frase?, con lo poco que da de sí. Me dieron ganas de decirles que no lo mataran, que me lo cedieran; yo lo cuidaría bien.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
26 de noviembre de 2010
Apareció en el juego un tercero y preguntó en maneras de mayor:
-Buenos días señor Antón. –Todo ello después de saludarse estrechándose las manos y metiéndolas después en los bolsillos.
-Buenas Pedro, ¿qué hace por aquí?
-Pues ya ves jugando un poco para “matar el tiempo”.
¿Matar el tiempo? ¡Dios mío, matar el tiempo!, con la falta que me hace. ¿A quién se le ocurriría esa frase?, con lo poco que da de sí. Me dieron ganas de decirles que no lo mataran, que me lo cedieran; yo lo cuidaría bien.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
26 de noviembre de 2010
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