Parece que la vida te confunde,
que pasas mucho tiempo en hospitales,
las sombras van llegando con la bruma
y ocultan las miradas de las calles.
Hay una soledad inconfundible
que surge paso a paso en las ciudades,
diría que el silencio es como el hielo,
se funde como el agua en los cristales.
Las almas se congelan poco a poco,
y en ellas sentimientos y verdades,
hay sendas que conducen al vacío
y espejos que reflejan sus retales.
Un cuerpo se debate en una cama,
quizás con pesadillas infernales,
un pecho que respira muy inquieto
en medio de las toses y los ayes.
Parecen los violines de una orquesta,
lamentos y ronquidos hacia el aire,
y en medio el director con la batuta
nos llega la enfermera con su traje.
El verde es el color de la esperanza,
azules los colores señoriales,
el blanco representa la pureza
del médico que viene a preguntarte.
Los cuerpos y las almas ya no sufren,
dormitan entre sueros y sedantes,
flotando con la niebla y la inconsciencia,
ajenos a la vida y los mortales.
Te asomas a un pasillo solitario,
las luces parpadean un instante,
te llenas de la luz y su blancura,
parece que te besa y que te abrace.
Entonces te despìertas sudoroso,
la fiebre ha penetrado por tu sangre,
avanza locamente por tu cuerpo,
ahogando el corazón que torpe late.
...La muerte ya se acerca a la victoria
y tú, mi gran amigo, ya lo sabes,
la eterna paradoja de la vida
se cumple de manera irremediable.
Vivimos y morimos sin saberlo,
en plena confusión con las edades,
soñamos y queremos utopías
y amamos deseando que nos amen.
Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana, 23/10/10
que pasas mucho tiempo en hospitales,
las sombras van llegando con la bruma
y ocultan las miradas de las calles.
Hay una soledad inconfundible
que surge paso a paso en las ciudades,
diría que el silencio es como el hielo,
se funde como el agua en los cristales.
Las almas se congelan poco a poco,
y en ellas sentimientos y verdades,
hay sendas que conducen al vacío
y espejos que reflejan sus retales.
Un cuerpo se debate en una cama,
quizás con pesadillas infernales,
un pecho que respira muy inquieto
en medio de las toses y los ayes.
Parecen los violines de una orquesta,
lamentos y ronquidos hacia el aire,
y en medio el director con la batuta
nos llega la enfermera con su traje.
El verde es el color de la esperanza,
azules los colores señoriales,
el blanco representa la pureza
del médico que viene a preguntarte.
Los cuerpos y las almas ya no sufren,
dormitan entre sueros y sedantes,
flotando con la niebla y la inconsciencia,
ajenos a la vida y los mortales.
Te asomas a un pasillo solitario,
las luces parpadean un instante,
te llenas de la luz y su blancura,
parece que te besa y que te abrace.
Entonces te despìertas sudoroso,
la fiebre ha penetrado por tu sangre,
avanza locamente por tu cuerpo,
ahogando el corazón que torpe late.
...La muerte ya se acerca a la victoria
y tú, mi gran amigo, ya lo sabes,
la eterna paradoja de la vida
se cumple de manera irremediable.
Vivimos y morimos sin saberlo,
en plena confusión con las edades,
soñamos y queremos utopías
y amamos deseando que nos amen.
Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana, 23/10/10
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